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Fue en 1531 que la tripulación española llegó a las costas de Tumbes (el actual Perú) y desde ahí se internó en el territorio del Tahuantinsuyo, llegando hasta Cajamarca en 1532. Allí se encontraba el Inca Atahualpa, hijo de Huaina Cápac, que en esos momentos disputaba el trono con su hermano Huáscar que gobernaba desde el Cuzco.
Los españoles eran pocos en número, pero contaban con armas de fuego y caballos. Ellos organizaron una emboscada al Inca Atahualpa cuando se presentó en la plaza mayor de Cajamarca acompañado de su séquito. Se dice que el cura (con la ayuda de un indio que hacía de intérprete) pidió al Inca convertirse a la religión católica y someterse al rey de España. Ante los términos desconocidos para el Inca, tiró al suelo la Biblia, lo que sirvió de pretexto para el ataque sorpresa de los españoles. Atahualpa fue capturado y, para conseguir su libertad, le ofreció a Pizarro llenar un cuarto de oro hasta donde llegara la altura de su mano. El cuarto fue llenado, pero Atahualpa nunca consiguió su libertad. Los conquistadores lo asesinaron en 1533.