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La relación que establecieron los gobiernos europeos en la época de la Colonia con los piratas, fue única y estuvo marcada por intereses económicos y políticos que a su vez buscaban establecer un equilibrio entre España, la nación más poderosa en ese momento, y países como Inglaterra, Francia y Portugal.
Así lo señaló el investigador Pablo Montero durante su participación en el X Simposio Román Piña-Chán, que se llevó a cabo en el Museo Nacional de Antropología, donde presentó la ponencia Imperios y piratas, misma que da nombre a su más reciente libro.
El especialista detalló que luego de consolidar la conquista del nuevo mundo, varias naciones europeas se dieron a la tarea de buscar nuevas rutas marítimas para llegar a los territorios recién descubiertos y conquistarlos, lo cual provocó una dura reacción por parte de los monarcas españoles, que poseían en ese momento la flota naviera más poderosa del mundo.
Para España, ese era un momento decisivo, explicó Montero, porque la búsqueda de Cristóbal Colón no se debía precisamente a nuevas tierras, sino al interés de establecer una ruta comercial más corta, con la cual el país tendría la oportunidad de mantenerse en el poder y con finanzas sanas.
"Los reyes de España, por decirlo de una manera directa, estaban en quiebra y el encuentro del Nuevo Mundo les brindó la oportunidad de recuperarse, por lo que de inmediato abrieron nuevas líneas marítimas por donde transportar productos; en general llevaban a sus colonias los insumos necesarios para los conquistadores, y al Viejo Mundo regresaban con cargamentos de oro y especias encontradas en los territorios descubiertos.
"Para ello, requerían de una infraestructura naval muy grande y de diversos mecanismos de comercio prácticamente inéditos para ellos. Por ejemplo, la falta de dinero los obligó a impulsar el desarrollo de empresas particulares que construyeran los barcos necesarios, porque el reino dedicaba sus esfuerzos a los navíos de guerra; al establecer esta relación los costos se incrementaron y la mano de obra se volvió muy cara".
Montero explicó que al mismo tiempo, países como Inglaterra y Francia buscaban la manera de sumarse a la explotación del Nuevo Mundo, al cual no tenían acceso, porque España era la dueña indiscutible.
En ese contexto, comenzaron a darse con mayor frecuencia ataques a las flotas de la Corona española, tanto para saquear sus cargamentos como para luchar por el control de las rutas marítimas de comercio establecidas en ese momento. Las agresiones no eran cometidas por los ejércitos de esos países, sino por piratas.
"En principio -dijo Montero-, se trató de una estrategia militar y comercial, porque con la aparición de esta figura, se evitaba una confrontación directa entre los gobiernos. Disimulaban el apoyo dándoles un nombre distinto, piratas para los españoles, corsarios para los ingleses; además muchos de los capitanes que fueron apoyados por los británicos, luego pasaron a formar parte del parlamento de ese país".
Detalló que tales designaciones fueron resultado del impulso que recibieron los piratas de esos gobiernos, lo que provocó también el desarrollo de una importante flota marítima, que competía con la española; así la lucha por las rutas marítimas comenzó a darse también a nivel político.
El trabajo de Montero contiene un enfoque histórico-antropológico de esos fenómenos desde sus manifestaciones iniciales con los corsarios del Peloponeso en los puertos mediterráneos; las naves del persa Mitrídates frente a Roma; la flota del Sexto Pompeyo luchando contra el Imperio romano; la piratería turca en sus enfrentamientos con formaciones imperiales y estatales cristianas: bizantinas, españolas, genovesas, venecianas, entre otras; con la férrea y temida piratería de holandeses, ingleses y franceses, de antecedentes vikingos.
"La lucha se dio en los mares del Atlántico hispanoamericano en un escenario de confrontación que se extendía por el Pacífico y el Índico hasta la gobernación de Filipinas que dependía del virreinato de la Nueva España.
"De esta manera, se pueden identificar al Imperio y a la piratería en una elipse planetaria que interconectaba funcionalmente Europa, América, Asia y África, dentro de una nueva lógica política y económica: el colonialismo y el incipiente capitalismo comercial. La finalidad de este estudio, es conocer las formas de apropiación y expropiación de las riquezas; analizar la piratería y el contrabando como políticas de Estado, así como el montaje de la formidable estructura defensiva del entonces mayor Imperio de la época: el español".
Así lo señaló el investigador Pablo Montero durante su participación en el X Simposio Román Piña-Chán, que se llevó a cabo en el Museo Nacional de Antropología, donde presentó la ponencia Imperios y piratas, misma que da nombre a su más reciente libro.
El especialista detalló que luego de consolidar la conquista del nuevo mundo, varias naciones europeas se dieron a la tarea de buscar nuevas rutas marítimas para llegar a los territorios recién descubiertos y conquistarlos, lo cual provocó una dura reacción por parte de los monarcas españoles, que poseían en ese momento la flota naviera más poderosa del mundo.
Para España, ese era un momento decisivo, explicó Montero, porque la búsqueda de Cristóbal Colón no se debía precisamente a nuevas tierras, sino al interés de establecer una ruta comercial más corta, con la cual el país tendría la oportunidad de mantenerse en el poder y con finanzas sanas.
"Los reyes de España, por decirlo de una manera directa, estaban en quiebra y el encuentro del Nuevo Mundo les brindó la oportunidad de recuperarse, por lo que de inmediato abrieron nuevas líneas marítimas por donde transportar productos; en general llevaban a sus colonias los insumos necesarios para los conquistadores, y al Viejo Mundo regresaban con cargamentos de oro y especias encontradas en los territorios descubiertos.
"Para ello, requerían de una infraestructura naval muy grande y de diversos mecanismos de comercio prácticamente inéditos para ellos. Por ejemplo, la falta de dinero los obligó a impulsar el desarrollo de empresas particulares que construyeran los barcos necesarios, porque el reino dedicaba sus esfuerzos a los navíos de guerra; al establecer esta relación los costos se incrementaron y la mano de obra se volvió muy cara".
Montero explicó que al mismo tiempo, países como Inglaterra y Francia buscaban la manera de sumarse a la explotación del Nuevo Mundo, al cual no tenían acceso, porque España era la dueña indiscutible.
En ese contexto, comenzaron a darse con mayor frecuencia ataques a las flotas de la Corona española, tanto para saquear sus cargamentos como para luchar por el control de las rutas marítimas de comercio establecidas en ese momento. Las agresiones no eran cometidas por los ejércitos de esos países, sino por piratas.
"En principio -dijo Montero-, se trató de una estrategia militar y comercial, porque con la aparición de esta figura, se evitaba una confrontación directa entre los gobiernos. Disimulaban el apoyo dándoles un nombre distinto, piratas para los españoles, corsarios para los ingleses; además muchos de los capitanes que fueron apoyados por los británicos, luego pasaron a formar parte del parlamento de ese país".
Detalló que tales designaciones fueron resultado del impulso que recibieron los piratas de esos gobiernos, lo que provocó también el desarrollo de una importante flota marítima, que competía con la española; así la lucha por las rutas marítimas comenzó a darse también a nivel político.
El trabajo de Montero contiene un enfoque histórico-antropológico de esos fenómenos desde sus manifestaciones iniciales con los corsarios del Peloponeso en los puertos mediterráneos; las naves del persa Mitrídates frente a Roma; la flota del Sexto Pompeyo luchando contra el Imperio romano; la piratería turca en sus enfrentamientos con formaciones imperiales y estatales cristianas: bizantinas, españolas, genovesas, venecianas, entre otras; con la férrea y temida piratería de holandeses, ingleses y franceses, de antecedentes vikingos.
"La lucha se dio en los mares del Atlántico hispanoamericano en un escenario de confrontación que se extendía por el Pacífico y el Índico hasta la gobernación de Filipinas que dependía del virreinato de la Nueva España.
"De esta manera, se pueden identificar al Imperio y a la piratería en una elipse planetaria que interconectaba funcionalmente Europa, América, Asia y África, dentro de una nueva lógica política y económica: el colonialismo y el incipiente capitalismo comercial. La finalidad de este estudio, es conocer las formas de apropiación y expropiación de las riquezas; analizar la piratería y el contrabando como políticas de Estado, así como el montaje de la formidable estructura defensiva del entonces mayor Imperio de la época: el español".
DavidAKZ:
espero que te ayude :3
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