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Desde el punto de vista social, se sabe que los valores o los principios éticos son indispensables en el buen desarrollo de cualquier comunidad, mantienen la estabilidad, y la coherencia de las conductas, además de minimizar los conflictos y conductas negativas en general.
En este sentido la creación de parámetros sociales como el fomento de los valores familiares, que se entiende como la enseñanza del respeto, la solidaridad y la amabilidad desde el ambiente de crianza, se vuelven determinantes en el culminante éxito o fracaso del acuerdo social.
Los valores a su vez pueden ser percibidos como entidades subjetivas, en las que el individuo pueda determinar la conveniencia de la aplicación de determinadas conductas, siempre con el objetivo de un sentido de justicia, o bienestar, de esta manera se sentirá como una respuesta natural a una situación y no una imposición social que lo limita y puede generar una mala aceptación.
La construcción de una ética social, al igual que los valores tendrá una dependencia implícita en su fomento durante la crianza, su desarrollo con coherencia y una resolución enfocada en el respeto y la convivencia como fuerzas determinantes de su buen establecimiento.