Respuestas
Respuesta dada por:
0
Aquí te transcribo una de La Fontaine y una de Esopo:
El Oso y el Floricultor
Un oso selvático relegado por su picara suerte a un bosque desierto, vivía, nuevo Belerofonte, a solas y escondido. Volviese loco, porque no hay cosa que trastorne la mollera más que el aislamiento. Hablar es bueno; callar, aún es mejor; pero una y otra cosa llevadas al extremo, son igualmente dañinas. No aparecía bicho viviente en los lugares habitados por el Oso, y al fin, Oso como era, se aburrió, sin embargo, de aquella triste vida. Mientras se entregaba al tedio, se fastidiaba también soberanamente un viejo que vivía en las cercanías. Gustaba de los jardines: era sacerdote de Flora, y a la vez de Pomona. Buenas aficiones son; mas, para completarlas, hace falta algún amigo: los jardines no dicen nada, a no ser en mis fábulas. Cansado de vivir con mudos, nuestro hombre salió de casa una mañana, resuelto a buscar compañía. Con el mismo objeto había bajado el oso de sus cerros; y en un recodo del camino encontráronse entrambos. Entrole miedo al viejo; pero ¿Cómo evitar el encuentro? ¿Qué hacer? Lo mejor en estos casos es echarla de valiente. Disimuló, pues. El Oso, que nunca pecó de cortés, le dijo: “¡Hombre, ven a verme; hazme una visita!” El viejo dijote a su vez: “Señor, allí tenéis mi casa. Si os dignáis honrarla, os ofreceré un humilde refrigerio. Tengo frutas , tengo leche: no será propio este obsequio de su excelencia el señor Oso; pero ofrezco lo que tengo.”
Acepto el huésped de las selvas y marcharon juntos.
Antes de llegar a casa, ya eran buenos amigos; una vez en ella, encontráronse en sus glorias, y fueron excelentes camaradas. Dicen que más vale estar solo que en compañía de un necio; pero, como el oso no decía cuatro palabras en toda la jornada, no le servia de estorbo al floricultor para sus faenas. Iba al monte y traía buena caza, y aun le prestaba al compañero mejor servicio: cuando éste dormía, le espantaba las moscas. En cierta ocasión en que el viejo estaba profundamente dormido, se le paró uno de esos incomodo volátiles en la punta de la nariz. El oso la espantaba; ella volvía, y ya estaba exasperado el velludo animal. “Verás como te atrapo” dijo en sus adentros; cogió un peñón, lo arrojo con toda su fuerza, y aplastó la mosca, sí pero quebrándole los cascos al camarada.
Nada hay peor que un amigo torpe; vale más un enemigo avisado.
El Leon, Prometeo y el Elefante
No dejaba un león de quejarse ante Prometeo.
-- Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.
-- ¿ Por qué me acusas tan a la ligera ? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado ? Lo que flaquea es tu espíritu.
Replicó Prometeo.
Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida.
Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.
-- ¿ Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor ?
--respondió el elefante --, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.
Entonces se dijo el león: ¿ No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito ?
Muchas veces, muy pequeñas molestias nos hacen olvidar las grandezas que poseemos.
Un cordial saludo y espero que esto te haya sido útil.
El Oso y el Floricultor
Un oso selvático relegado por su picara suerte a un bosque desierto, vivía, nuevo Belerofonte, a solas y escondido. Volviese loco, porque no hay cosa que trastorne la mollera más que el aislamiento. Hablar es bueno; callar, aún es mejor; pero una y otra cosa llevadas al extremo, son igualmente dañinas. No aparecía bicho viviente en los lugares habitados por el Oso, y al fin, Oso como era, se aburrió, sin embargo, de aquella triste vida. Mientras se entregaba al tedio, se fastidiaba también soberanamente un viejo que vivía en las cercanías. Gustaba de los jardines: era sacerdote de Flora, y a la vez de Pomona. Buenas aficiones son; mas, para completarlas, hace falta algún amigo: los jardines no dicen nada, a no ser en mis fábulas. Cansado de vivir con mudos, nuestro hombre salió de casa una mañana, resuelto a buscar compañía. Con el mismo objeto había bajado el oso de sus cerros; y en un recodo del camino encontráronse entrambos. Entrole miedo al viejo; pero ¿Cómo evitar el encuentro? ¿Qué hacer? Lo mejor en estos casos es echarla de valiente. Disimuló, pues. El Oso, que nunca pecó de cortés, le dijo: “¡Hombre, ven a verme; hazme una visita!” El viejo dijote a su vez: “Señor, allí tenéis mi casa. Si os dignáis honrarla, os ofreceré un humilde refrigerio. Tengo frutas , tengo leche: no será propio este obsequio de su excelencia el señor Oso; pero ofrezco lo que tengo.”
Acepto el huésped de las selvas y marcharon juntos.
Antes de llegar a casa, ya eran buenos amigos; una vez en ella, encontráronse en sus glorias, y fueron excelentes camaradas. Dicen que más vale estar solo que en compañía de un necio; pero, como el oso no decía cuatro palabras en toda la jornada, no le servia de estorbo al floricultor para sus faenas. Iba al monte y traía buena caza, y aun le prestaba al compañero mejor servicio: cuando éste dormía, le espantaba las moscas. En cierta ocasión en que el viejo estaba profundamente dormido, se le paró uno de esos incomodo volátiles en la punta de la nariz. El oso la espantaba; ella volvía, y ya estaba exasperado el velludo animal. “Verás como te atrapo” dijo en sus adentros; cogió un peñón, lo arrojo con toda su fuerza, y aplastó la mosca, sí pero quebrándole los cascos al camarada.
Nada hay peor que un amigo torpe; vale más un enemigo avisado.
El Leon, Prometeo y el Elefante
No dejaba un león de quejarse ante Prometeo.
-- Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.
-- ¿ Por qué me acusas tan a la ligera ? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado ? Lo que flaquea es tu espíritu.
Replicó Prometeo.
Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida.
Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.
-- ¿ Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor ?
--respondió el elefante --, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.
Entonces se dijo el león: ¿ No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito ?
Muchas veces, muy pequeñas molestias nos hacen olvidar las grandezas que poseemos.
Un cordial saludo y espero que esto te haya sido útil.
Preguntas similares
hace 7 años
hace 7 años
hace 7 años
hace 9 años
hace 9 años
hace 9 años
hace 9 años