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8
El pueblo chavín logró un extraordinario dominio de la piedra, material que emplearon para hacer construcciones, esculturas y relieves de característico estilo.
Influencia cultural
Se han encontrado cerámicas en diversas partes del territorio peruano cuyas características son semejantes a las de esta cultura. Su cerámica era monocroma.
Durante los siglos X a IV a. C. —que es la época de mayor florecimiento de los chavines—, no hay indicios de existencia de una organización política de tipo estatal puesto se poco d el. Cuando se comenzó a conocer el área de dispersión que tenían los rasgos atribuidos a los chavines, Julio C. Tello se inclinó a pensar que era una civilización expansiva; en cambio Rebeca Carrión Cachot y otros estudiosos, creyeron ver indicios de un imperio megalítico o algo semejante. En efecto, era inmensa el área que cubrían los restos que en ese tiempo se atribuían a los chavines. Con el tiempo, el conocimiento adquirido ha permitido reducir el ámbito de influencia chavinense y está precisando cada vez mejor la naturaleza de tal influencia.
Una primera conclusión es que no se trata de una expansión de la cultura chavinense y que su influencia se debe más bien a contactos entre los chavines y los territorios donde aparecen vestigios «chavinoides», derivados de una relación de intercambio de bienes y servicios, donde la oferta de los chavines parece haber sido la de brindar «oráculos». Eso se concilia con la evidencia que hay en la ciudad de Chavín de Huántar, de ofrendas que procedían de un ámbito que incluye Lambayeque, La Libertad, Cajamarca, Ancash, Lima y Huánuco, con eventuales materiales que, al parecer, provenían de las costas del Guayas y de Ica, Huancavelica y Ayacucho.
En todos esos territorios se encuentran, además, indicios del contacto con Chavín, que se expresa, en los mejor conocidos, en una época en la que se produjo una suerte de «moda» chavinense, que se expresa en el hecho de que el arte local es alterado por la inserción de una serie de motivos y personajes que tienen una madura representación en la cultura chavinense misma. Eso ocurre, en casi todas partes, entre los años 800 y 500 a. C. Desde luego, antes de esa época, durante más de un milenio, los pueblos de ese territorio habían desarrollado sus propias maneras de hacer las cosas, en una larga etapa formativa, conocida como «inicial» y aun antes, durante el período arcaico.
El grado de impacto de la influencia chavinense fue muy diverso. Nada indica que «exportaran» sus divinidades propias; en cambio sí sus temas sacralizantes, como la forma de las bocas, las bocas agnáticas, los ojos excéntricos, las garras, las cabezas de serpientes y, sobre todo, los colmillos. Los estilos contemporáneos, como los de Jequetepeque, Cupisnique, Huacaloma, Kuntur Wasi, Ancón y Paracas, tomaron mucho de esta «moda», que incluye usos y formas del espacio arquitectónico y el traslado multidireccional de diversas tecnologías. Pero mantuvieron siempre su autonomía regional.
Influencia cultural
Se han encontrado cerámicas en diversas partes del territorio peruano cuyas características son semejantes a las de esta cultura. Su cerámica era monocroma.
Durante los siglos X a IV a. C. —que es la época de mayor florecimiento de los chavines—, no hay indicios de existencia de una organización política de tipo estatal puesto se poco d el. Cuando se comenzó a conocer el área de dispersión que tenían los rasgos atribuidos a los chavines, Julio C. Tello se inclinó a pensar que era una civilización expansiva; en cambio Rebeca Carrión Cachot y otros estudiosos, creyeron ver indicios de un imperio megalítico o algo semejante. En efecto, era inmensa el área que cubrían los restos que en ese tiempo se atribuían a los chavines. Con el tiempo, el conocimiento adquirido ha permitido reducir el ámbito de influencia chavinense y está precisando cada vez mejor la naturaleza de tal influencia.
Una primera conclusión es que no se trata de una expansión de la cultura chavinense y que su influencia se debe más bien a contactos entre los chavines y los territorios donde aparecen vestigios «chavinoides», derivados de una relación de intercambio de bienes y servicios, donde la oferta de los chavines parece haber sido la de brindar «oráculos». Eso se concilia con la evidencia que hay en la ciudad de Chavín de Huántar, de ofrendas que procedían de un ámbito que incluye Lambayeque, La Libertad, Cajamarca, Ancash, Lima y Huánuco, con eventuales materiales que, al parecer, provenían de las costas del Guayas y de Ica, Huancavelica y Ayacucho.
En todos esos territorios se encuentran, además, indicios del contacto con Chavín, que se expresa, en los mejor conocidos, en una época en la que se produjo una suerte de «moda» chavinense, que se expresa en el hecho de que el arte local es alterado por la inserción de una serie de motivos y personajes que tienen una madura representación en la cultura chavinense misma. Eso ocurre, en casi todas partes, entre los años 800 y 500 a. C. Desde luego, antes de esa época, durante más de un milenio, los pueblos de ese territorio habían desarrollado sus propias maneras de hacer las cosas, en una larga etapa formativa, conocida como «inicial» y aun antes, durante el período arcaico.
El grado de impacto de la influencia chavinense fue muy diverso. Nada indica que «exportaran» sus divinidades propias; en cambio sí sus temas sacralizantes, como la forma de las bocas, las bocas agnáticas, los ojos excéntricos, las garras, las cabezas de serpientes y, sobre todo, los colmillos. Los estilos contemporáneos, como los de Jequetepeque, Cupisnique, Huacaloma, Kuntur Wasi, Ancón y Paracas, tomaron mucho de esta «moda», que incluye usos y formas del espacio arquitectónico y el traslado multidireccional de diversas tecnologías. Pero mantuvieron siempre su autonomía regional.
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