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Durante siglos China entregó a Europa una gran cantidad de inventos que –como dice Joseph Needham– Europa recibía sin tener una idea clara de dónde venían: los arreos y estribos para los caballos que transformaron los medios de locomoción y las guerras, la tecnología del hierro y del acero, el invento de la pólvora y del papel, la mecánica de relojería, la correa de transmisión, la tracción en cadena, etc. Pero además de esos descubrimientos ingeniosos y prácticos, China aportó conceptos que sirvieron para establecer las bases teóricas del pensamiento científico occidental: el sistema del valor decimal según la posición, la teoría del espacio infinito por oposición a las sólidas esferas cristalinas de la Europa medieval, etc.
En el siglo XIX, en el Perú no había suficiente mano de obra para trabajar las haciendas de la costa debido a la abolición de la esclavitud. Y hasta principios del siglo XX, el campesino andino se encontraba vinculado a su terruño en la sierra y no bajaba a trabajar en la costa. En consecuencia, las plantaciones de algodón y azúcar estaban muy pobremente cultivadas debido a la falta de mano de obra. Como dijo un viajero francés de la época, la agricultura de la costa peruana se parecía a la Venus de Milo: bella, pero sin brazos.
Y fueron los chinos quienes aportaron los brazos y desarrollaron la economía peruana.
Este aporte fue importantísimo para el desarrollo económico peruano. El aporte de su capacidad de trabajo, su diligencia y su voluntad de producir fue esencial para desarrollar la nación peruana que comenzaba a tener vida propia después de la independencia. Es así como la mano de obra china fue decisiva para el Perú del siglo XIX y tuvo consecuencias enormes en nuestra historia; hasta el punto que podríamos decir que el Perú no sería el mismo hoy sin los esfuerzos, las fatigas, los sudores y los dolores de esos chinos hacendosos.
No debemos olvidar que la economía peruana estaba muy deprimida durante la primera mitad del siglo XIX, debido a las guerras y revueltas continuas, a la reacomodación de los mercados y a la atmósfera poco favorable en general para la explotación racional de los recursos.
Sin embargo, tras las crisis económica de la primera mitad de ese siglo, al Perú se le ofreció una posibilidad extraordinaria de desarrollo gracias a la Guerra de Secesión de Estados Unidos: dado que durante el conflicto bélico el sur norteamericano no podía abastecer a los países consumidores de azúcar y de algodón, al Perú se le ofreció la ocasión de contribuir a llenar el vacío producido dentro de ese gran mercado, con evidente provecho para su economía. Pero para eso era necesaria la mano de obra china