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éstos ofrecieron opio a cambio de productos chinos. Esta “solución” buscaba volver adictos a los chinos, por
lo que era una “solución” indiscutiblemente inmoral: el opio (látex de la amapola) es una mezcla de sustancias
que tiene una droga narcótica y analgésica llamada morfina. Cuando se procesa, se produce heroína y
codeína. El opio es adictivo; adormece a quien lo usa y deteriora su salud. El tráfico del opio era manejado
por los ingleses: lo producían en India y lo exportaban a la China y al sureste asiático con la complicidad de
los funcionarios locales corruptos que permitían su ingreso. En 1840, el emperador chino intentó frenar la
venta de opio a su gente, pues los trabajadores utilizaban el 60% del sueldo para comprar esta droga, en
detrimento de su familia y su salud y la economía china. El gobierno chino amenazó de muerte a los chinos
que traficaran con opio y expulsó a los comerciantes ingleses; de inmediato, la corona inglesa envió una
poderosa flota para defender sus intereses. El ejército chino fue rápidamente vencido: los ingleses obligaron
a la China a cederles la isla de Hong Kong y otras más, a permitir el flujo del opio a territorio chino y a abrir
los puertos sobre el Mar de China Oriental (1842). Los chinos, indefensos, veían cómo los extranjeros hacían
con ellos lo que querían, patrón que se repetiría una y otra vez. China fue nuevamente derrotada en una
segunda guerra del opio (1856-60): franceses, rusos y japoneses obligaron al gobierno chino a firmar los
famosos “Acuerdos Desiguales” que favorecían a los extranjeros. La superioridad militar y financiera
occidental y la corrupción de los funcionarios chinos no permitieron al Imperio Chino defender su soberanía
y sus intereses