una característica del Imperio romano de Occidente y del Imperio romano de Oriente en el arte y la cultura

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Respuesta dada por: jeferson151995
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Por lo general, el período que acompaña la desintegración del imperio romano tras las múltiples invasiones y guerras internas en su territorio, buena parte de ellas libradas en el mundo mediterráneo, se han abordado bajo el emblema de una “leyenda negra” que muchos historiadores con un buen método crítico no dudan en desmentir:


“Las perspectivas han sido falseadas y limitadas por un humanismo clasicista asociado al concepto de estado nacional. Del clasicismo proviene la caracterización de una época como decadente. A partir de sus normas culturales, en la transición de la Antigüedad a la Edad Media, sólo puede verse decadencia y destrucción, embrutecimiento bárbaro, por un lado, y degeneración oriental, por otro”.

(Maier:1975, 9)


Esta imagen sórdida y decadente, se impone con frecuencia a la hora de indagar en el pasado de culturas cuya proximidad con la occidental sea producto de una ambivalencia, como si fuera una relación de amor y odio en la cual los protagonistas viven dentro del círculo vicioso de su reconocimiento mutuo, a veces aliado y otras enemigo. Tal es la relación entre el imperio romano oriental, Constantinopla o Bizancio con los poderes religiosos y seculares que mantuvieron viva la esperanza de unidad, fuerza y control de la época expansionista de la antigua Roma.

La historia de la Roma Oriental, comienza con la victoria de Constantino (280-337), calificado por los cronistas de filiación religiosa cristiana como El Grande, un primer emperador romano cristiano. Tras su triunfo militar muchas de las medidas tomadas en el llamado Edicto de Milán (313) que fue un consejo supremo entre los generales Maximino, Lucino y el propio Constantino, son tendientes a mantener el orden y control de una Roma cada vez más frágil y necesitada de cierta unidad básica, la cual se gesta a partir de la declaración de apertura religiosa en el imperio, lo cual ponía fin legalmente a la persecución religiosa de los cristianos, aunque Constantino siguió ejerciendo también su función de pontífice del culto pagano que seguía siendo la religión de la mayoría de amplios sectores romanos y por supuesto, del ejército. Tras un breve período de disputas militares con los otros generales, en las cuales un punto medular fue el tema del apoyo a la libertad religiosa, que introducía la legalidad de la vida y culto cristiano, se erigió como emperador absoluto en el año 324. (Candau:2009)

Muchas de las políticas de Constantino fueron una clara invitación a dirimir disputas internas con el fin de pacificar el interior del imperio, y para tal efecto, convocó al Concilio de Nicea (325) que fue el primer intento de unificar criterios en torno a una comunidad creciente en adeptos y fuerza económica y social, los cristianos. El concilio terminó con la condena hacia aquellos movimientos cristianos que no promulgaran la naturaleza divina de Cristo.

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