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En los años 80 se consideraba el matrimonio como la única manera correcta de salir de la casa de los padres.
Aunque suene frío y hasta impersonal, para esa época se consideraba que para independizarte debías estar casado, lo que te daba la posibilidad de irte de casa y formar tu propia familia. El concepto de matrimonio era el de felicidad plena, dedicación total y compañía para toda la vida. Los roles estaban bien definidos y muy rara vez cambiaban: el esposo era el trabajador, el encargado de proveer a la casa, mientras que la mujer se dedicaba al 100% a las labores del hogar y la crianza de los niños, por lo que era raro ver parejas que se salieran de ese molde. El matrimonio se idealizaba, así como la idea de una sola pareja por toda la vida, y las relaciones íntimas se veían como una obligación y la manera de tener hijos, pero no una parte fundamental de conexión.