hola por favor necesito su ayuda ¿Por qué son más laudables los signos de interrogación, para el conocimiento según Nietszche
Respuestas
En Nietzsche, la reflexión sobre el conocimiento adopta dos actitudes: antagónicas y complementarias. La primera, de sospecha, se apresta al desenmascaramiento del conocimiento como un modo de engaño o de ilusión, incluso como una manera de olvido: el conocimiento es propiamente desconocimiento; el saber, ignorancia. La segunda actitud, de escucha, atiende a la génesis de esas ficciones que pasan por verdades, a la recuperación de su sentido profundo, apuntando así a una `transvaloración de todos los valores'. Ambas actitudes resultan así complementarias. Si la falsedad del conocimiento proviene del olvido o del enmascaramiento de su génesis, habrá de ser una genealogía (o una arqueología, en el sentido foucaultiano) o una hermenéutica la que desande el anterior camino y nos ponga en la pista del auténtico saber.
Ambas perspectivas se entrelazan ejemplarmente en los dos textos en los que Nietzsche enfoca prioritariamente el problema del conocimiento: La genealogía de la moral (GM) y Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (VM). En el primero, la crítica de todos los valores es el desencadenante de una investigación genealógica donde va asociando los valores, y sus alteraciones, a las formas de dominio y a los cambios sociales. `Malo' y `bueno' son valores que en su origen iban asociados, respectivamente, al hombre vulgar o bajo y al señor, al poderoso. Pero, con el ascenso de la casta sacerdotal y la imposición de su resentimiento sobre la casta caballeresca y aristocrática, tales valores son objeto de una inversión: en adelante se llamará bueno a lo que se tenía por malo (la enfermedad y la debilidad de los hombres del rebaño) y se tendrá por malvado al poderoso, al hombre lleno de vida. El cristianismo es el heredero de esta inversión de valores que ya llevara a cabo el pueblo judío: "la rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores" (GM:42).El predominio de unos valores u otros no es, por tanto, natural ni ahistórico sino que depende de factores sociales y políticos: los valores y su jerarquía expresan relaciones concretas de poder, son manifestación de la voluntad de poder.
Pero este arraigo del conocimiento en el ser social no se restringe al ámbito de los valores o del conocimiento moral -ámbito donde tal arraigo puede ser más evidente- sino que alcanza también a las formas de conocimiento aparentemente más autónomas, como es el caso del conocimiento filosófico, el lógico o el científico. Es más, la crítica de los valores desemboca lógicamente, para Nietzsche, en la crítica de cualquier forma de razón, pues "la confianza en la razón de la que depende la validez de estos juicios [los juicios de valor lógicos] es, en tanto que confianza, un fenómeno moral" (A:17).
La negación de la vida está, pues, en el origen del conocimiento ascético y en el de esos `sacerdotes enmascarados' que son los filósofos; sus verdades -`razón pura', `conocimiento en sí', `sujeto y objeto'- vienen afectadas por la misma inversión que está en su origen, son "errores, nada más que errores" (A:138). Es necesario, por tanto, invertir la inversión, proceder a una transvaloración de todos los valores , donde el conocimiento vuelva a reconocerse manando de la vida, como conocimiento que brota de la voluntad, del dolor, del tiempo. No hay conocimiento puro, todo conocimiento es siempre una fuerza activa e interpretativa, hijo del impulso vital concreto que lo desencadena.
Este salto de la sospecha a la escucha, de la crítica de los valores resentidos y del conocimiento castrado, propio de los sacerdotes enmascarados, a la atención al pulso vital que late bajo todo conocimiento se lleva a cabo plenamente en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, donde se exploran las raíces sociales, históricas, lingüísticas y simbólicas de toda forma de conocimiento. A diferencia de Marx, e incluso del Freud mas racionalista, para Nietzsche la ilusión es constitutiva de todo conocimiento humano, no sólo del conocimiento incorrecto o de la falsa conciencia. El entendimiento deforma la realidad en la misma medida en que la crea, y los instrumentos privilegiados de que se vale para ello son el lenguaje y el símbolo, esos geniales mediadores entre un objeto que pone el sujeto y un sujeto no menos construido por el objeto y por los genios de esa mediación imposible.