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La coacción de los militares, que acompañaban a los misioneros jesuitas, fue un elemento necesario para el establecimiento de las misiones; así, el presidio de Sinaloa desempeñó un importante papel en la conquista y dominación de los cahitas
Este presidio se fundó en 1595, con el arribo del capitán Alonso Díaz a la provincia. Contaba con 18 soldados cifra que aumentó a 32 a fines del siglo, nunca superó los 60 soldados. Parece imposible que una guarnición tan corta pudiera mantener la dominación sobre los indígenas que se contaban por decenas de miles, pero esta incongruencia se aclara si sabemos que el presidio actuaba en combinación con la misión y que los capitanes desplegaron las estrategias adecuadas a las circunstancias del momento.
Entre 1599 y 1626, cuando Diego Martínez de Hurdaide fue su capitán y también alcalde mayor de la provincia, se fundaron las misiones de Sinaloa. Los cronistas jesuitas idealizaron la figura de Hurdaide como el prototipo del capitán cristiano porque fue eficiente como militar y guardó lealtad sin reservas a los misioneros. En estos primeros tiempos de las misiones había armonía entre los jesuitas y los funcionarios del rey porque aún no aparecían los intereses económicos que habían de provocar las desavenencias.
La coacción de los militares, que acompañaban a los misioneros jesuitas, fue un elemento necesario para el establecimiento de las misiones; así, el presidio de Sinaloa desempeñó un importante papel en la conquista y dominación de los cahitas
Este presidio se fundó en 1595, con el arribo del capitán Alonso Díaz a la provincia. Contaba con 18 soldados cifra que aumentó a 32 a fines del siglo, nunca superó los 60 soldados. Parece imposible que una guarnición tan corta pudiera mantener la dominación sobre los indígenas que se contaban por decenas de miles, pero esta incongruencia se aclara si sabemos que el presidio actuaba en combinación con la misión y que los capitanes desplegaron las estrategias adecuadas a las circunstancias del momento.
Entre 1599 y 1626, cuando Diego Martínez de Hurdaide fue su capitán y también alcalde mayor de la provincia, se fundaron las misiones de Sinaloa. Los cronistas jesuitas idealizaron la figura de Hurdaide como el prototipo del capitán cristiano porque fue eficiente como militar y guardó lealtad sin reservas a los misioneros. En estos primeros tiempos de las misiones había armonía entre los jesuitas y los funcionarios del rey porque aún no aparecían los intereses económicos que habían de provocar las desavenencias.
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