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Una vez que se ha convertido en un ejemplar adulto, el delfín poseerá un par de mandíbulas potentes, acompañadas por una fila de piezas dentales en cada mandíbula (entre 50 y 100 según la especie) que, aunque son afiladas y fuertes, no las utilizará para masticar, sino para atrapar eficazmente a sus presas y desgarrarlas con facilidad.
Evidentemente, esta característica les permite engullir piezas enteras de alimentos de un solo bocado, apoyados por los músculos de la parte posterior de su lengua, lo que les permite expulsar el agua saldada y tragar los peces. Aquí también podemos encontrar una curiosidad, ya que los delfines, generalmente, devoran a sus presas comenzando por la cabeza. De esta manera, y mientras tragan, no tendrán que lastimarse con las aletas y las espinas dorsales de la presa.