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La historia que narra Dioses de Egipto supuestamente está basada en la mitología egipcia pero notoriamente modificada: los dioses y humanos viven juntos y en paz en las orillas del río Nilo, y por supuesto, los dioses son los gobernantes. Todo inicia con la coronación del dios Horus (Nikolaj Coster-Waldau) como nuevo rey de Egipto. Su padre, Osiris (Bryan Brown) es el Rey imperante y se ha preparado una gran celebración para tal evento. Todo es risas y alegría hasta que Seth (Gerard Butler), hermano de Osiris y dios del desierto, llega a felicitar a su pendenciero sobrino. Pero en realidad su plan es matar a su hermano para quedarse con el trono, cosa que efectivamente hace; Horus enfrenta a su tío y el joven pierde la pelea. ¿Por qué Seth no lo mata? Hathor (Elodie Yung), diosa del amor y compañera de Horus, sale a la defensa de su amado y se ofrece así misma como un intercambio. Pues bien, Horus es cegado y desterrado, y sus ojos quedan en poder de Seth como su primer trofeo de guerra.
Los dioses son seres sobrenaturales que se pueden transformar en bestias, totalmente mortales aunque los llamen inmortales; son personas más grandes y los humanos se ven como hobbits. Entre los humanos está Bek (Brenton Thwaites), un joven ladrón que está perdidamente enamorado de Zaya (Courtney Eaton).
Durante el reinado de Seth todos los humanos son esclavizados; Zaya es llevada a la casa de Urshu (Rufus Sewell), un talentoso humano arquitecto, y Bek es sometido como constructor. Pero Bek quiere ser libre, robar algo de valor, y por eso va a escondidas a visitar a su amada mientras miran los planos de las obras que encarga Seth a Urshu. Usando este conocimiento, Bek logra robar uno de los ojos de Horus (al mejor estilo de Indiana Jones o Tomb Raider) y luego regresa a la casa de Urshu, donde son descubiertos y Zaya muere en la huida. Con el precioso tesoro en su poder, Bek se dirige al lugar de exilio de Horus a quien le propone un negocio: regresar a Zaya del mundo de los muertos a cambio del ojo que hace falta; Horus promete revivir a la chica, mientras que Bek promete robar el otro ojo para que Horus pueda recuperar sus poderes y derrotar a Seth. Lo cierto es que ninguno sabe si puede cumplir su parte del trato. Para poner mayor emoción a la cosa, el Guardián de la Muerte, el dios Anubis (Goran D. Kleut) emprende un largo camino para guiar el alma de Zaya al reino de los muertos y Horus sabe que no disponen de mucho tiempo antes de que la chica sea juzgada, pues una vez lo sea no habrá manera de regresar.
Es importante resaltar el rol de Bek, un pequeño humano muy especial, inteligente y valiente (algo así como Remy en Ratatouille, aparentemente insignificante pero muy importante), que de alguna manera logró memorizar los planos de una gran obra que el arquitecto está construyendo. Es claro que este talentoso bribón es el héroe de la película, un papel protagónico que le representa a Brenton Thwaites un complicado debut como le pasó a Hayden Christensen con Star Wars Episodio II: apresurado y condenado al desastre.
De ahí en adelante la película se torna en una serie de acontecimientos donde los dos héroes protagonistas buscan ayuda de todo lo que pueda ser útil para cumplir con sus objetivos. Buscan ayuda del mismísimo Ra (Geoffrey Rush) quien vive en una nave espacial orbitando la Tierra (además de tener un trabajo aburridísimo); de Thoth (Chadwick Boseman), dios de la Sabiduría, a quien dibujan como alguien medianamente hilarante, metrosexual y que falla a la hora de ser divertido; y bueno, Hathor quien al final termina siendo pieza clave para resolver varios de los problemas. Causa curiosidad que una diosa tan importante como Isis (Rachael Blake) no es más que un adorno de unos cuantos minutos.
Mientras tanto, Seth actúa como un narcisista megalómano con déficit de atención y bajo coeficiente intelectual. Este villano, que despierta más que todo pesar, desea volverse más poderoso y para ello necesita mutilar (o matar) a varios dioses fusionando partes de sus cuerpos con el suyo propio, algo así (pero no igual) a Cell en Dragon Ball Z, o Alf con sus ocho estómagos. Una vez se ha convertido en un Megazord hecho de pedazos de dioses se dispone a someter a todo el mundo, pero justo en ese momento aparecen Horus y Bek. Aquí ocurre una de las batallas más entretenidas de la película, donde podemos ver a Seth y Horus en todo su esplendor transformándose en bestias, pero no bestias cualquiera sino unas que nos recuerdan Furia de Titanes mezclado con Los Caballeros del Zodiaco y un documental genérico de aves peleando por territorio. De hecho, el aspecto de Horus transformado en bestia es prácticamente la armadura de Sagitario, no me cabe duda.