Respuestas
Normalmente la ciudad poseía un territorio, un término municipal amplio que aseguraba su subsistencia. En Italia este territorio dependiente de la ciudad se llamaba “contado”. En la Península ibérica “alfoz”, “tierra”, o “termino”. En Francia la extensión de este territorio dependiente de la ciudad era mucho mas exiguo y se le denominaba “banlieu” y era de aproximadamente una legua de radio, unos cuatro kilómetros. Lógicamente quienes trabajaban este “contado”, “alfoz” o “banlieu” eran los propios vecinos de las ciudades, que se dedicaban, en las tierras próximas a la ciudad, al cultivo intenso de las huertas y viñedos que abastecían, en parte, los mercados urbanos.
Las ciudades medievales dependían del mercado rural pero, con el desarrollo de las prácticas económicas y comerciales propias del mundo urbano, lideraron las acciones y actividades económicas de una región. Las ciudades y la economía urbana impulsaron el consumo y la demanda, organizaron la actividad artesanal interna, potenciaron el comercio atrayendo productos a sus mercados y organizaron las rutas y distribución de productos a escala local, regional e internacional.
La ciudad era el centro de intercambio económico-comercial de la región, organizaba el mercado, ofrecía lugares de almacenamiento para los productos, mesones y lugares de estancia temporal para los mercaderes extranjeros. Disponía de una red de revendedores que distribuían los productos fuera de los mercados locales. En estos mercados urbanos se fijaban los precios de los productos, se controlaban los pesos y medidas empleados en las transacciones comerciales, los días y horarios de ventas, así como los lugares de almacenamiento de productos.
La ciudad ejercía su influencia en una extensión de territorio más o menos amplia según su importancia. Las mas pequeñas podían irradiar su influencia como mucho hasta unos 20 kilómetros de distancia, las consideradas capitales comarcales, dependiendo donde estaban emplazadas alcanzaban una influencia de entre 30 y 60 kilómetros. Las consideradas capitales regionales podían atraer productos y mercaderes a sus ferias y mercados desde distancias de 80-100 o mas kilómetros, especialmente si se trataba de ciudades con ferias de importancia, como la de Medina de Campo.
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