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La Antigua Roma se regocijaba y encontraba placeres y comodidad al interior de las ciudades; el campo era despreciado; los notables conformaban una nobleza urbana, y solo vivían en el campo durante el verano. Aunque también buscaban placeres en el campo, siendo el principal de ellos la exaltación del valor durante las expediciones de caza. Pero los grandes placeres eran urbanos: los baños públicos, el teatro, el circo, el coliseo, los deportes, y por supuesto, los banquetes y grandes fiestas populares. Y se era más privilegiado cuando la ciudad estaba rodeada por una muralla, cerco que la distinguía de las demás, y que “tenía mucho que ver con la mentalidad privada”; solo se podía ser un verdadero romano en la ciudad.
Los ciudadanos romanos también eran atraídos por las construcciones, por las grandes ciudades y sus acueductos, edificios, canales, puentes y por los nuevos inventos que eran más bien escasos para la época (eran la excepción y no la regla), tal como los cuadrantes solares que pronto fueron construidos en cada ciudad. Y por supuesto se delitaban con las esculturas que eran muy abundantes, y los mosaicos que adornaban numerosas paredes.
Pero el placer más reverenciado entre los romanos era el banquete, que se solía preparar a diario entre los notables; aunque incluso los más pobres hacían su pequeña cena diaria, siempre por la noche. La comida nocturna era el premio al esfuerzo diario, el momento en que se olvidan las obligaciones y los deberes y se relajaba el romano para charlar y “sostener su personaje”. El banquete debía realizarse comiendo recostados sobre lechos, pues sentarse a la mesa era señal de extremada pobreza. Siempre se empezaba comiendo, prácticamente sin beber y sin charlar, la comida era bastante condimentada, la carne siempre hervida antes de asarla y luego endulzada; el sabor más característico de la romanidad era el agridulce. El verdadero banquete comenzaba después de la comida, durante la comissatio, en que se bebía y charlaba largo tiempo, bebiendo, ricos o pobres, vino diluído. Así mismo, durante el banquete se juntaban personas de todas las clases sociales, todas ordenadas y distribuidas mediante un orden jerárquico. Los festines entre los notables se caracterizaban por romanos que llevaban arreglos florales o coronas sobre la cabeza, y por estar todos perfumados y untados en aceites olorosos (se desconocía el alcohol). En los banquetes cotidianos generalmente se invitaba al filósofo doméstico (frecuentemente un griego, un grammatici) para que disertara a los integrantes de la familia.
Los ciudadanos romanos también eran atraídos por las construcciones, por las grandes ciudades y sus acueductos, edificios, canales, puentes y por los nuevos inventos que eran más bien escasos para la época (eran la excepción y no la regla), tal como los cuadrantes solares que pronto fueron construidos en cada ciudad. Y por supuesto se delitaban con las esculturas que eran muy abundantes, y los mosaicos que adornaban numerosas paredes.
Pero el placer más reverenciado entre los romanos era el banquete, que se solía preparar a diario entre los notables; aunque incluso los más pobres hacían su pequeña cena diaria, siempre por la noche. La comida nocturna era el premio al esfuerzo diario, el momento en que se olvidan las obligaciones y los deberes y se relajaba el romano para charlar y “sostener su personaje”. El banquete debía realizarse comiendo recostados sobre lechos, pues sentarse a la mesa era señal de extremada pobreza. Siempre se empezaba comiendo, prácticamente sin beber y sin charlar, la comida era bastante condimentada, la carne siempre hervida antes de asarla y luego endulzada; el sabor más característico de la romanidad era el agridulce. El verdadero banquete comenzaba después de la comida, durante la comissatio, en que se bebía y charlaba largo tiempo, bebiendo, ricos o pobres, vino diluído. Así mismo, durante el banquete se juntaban personas de todas las clases sociales, todas ordenadas y distribuidas mediante un orden jerárquico. Los festines entre los notables se caracterizaban por romanos que llevaban arreglos florales o coronas sobre la cabeza, y por estar todos perfumados y untados en aceites olorosos (se desconocía el alcohol). En los banquetes cotidianos generalmente se invitaba al filósofo doméstico (frecuentemente un griego, un grammatici) para que disertara a los integrantes de la familia.
rociobot:
para k no se notre mucgo cambia algunas letras y asi no se notara k no esta muy inventado
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