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Durante la época de la República, que va desde el año 509 a.c hasta el año 27 a.C, Roma conquistó la península de Italia en primer lugar y luego se extendió por el Mediterráneo, llevando su supremacía por todos los pueblos alrededor de este y adquiriendo también experiencia política y administrativa, a la vez que asimiló la civilización y cultura de estos otros pueblos.
El poder del rey pasó a dos magistrados denominados pretores-cónsules. Estos cónsules desarrollaban tareas similares a las de los antiguos reyes: practicaban los auspicios, es decir, se ocupaban de mantener contentos a los dioses por medio de determinados ritos religiosos, y en general mantuvieron el poder en forma estable.
Los cónsules ejercían el poder durante un año, los elegía el pueblo en las asambleas y el Senado por su parte se encargaba de ratificar la decisión.
Sin embargo no debió pasar mucho tiempo para que surja el conflicto. La comunidad de Roma estaba compuesta por dos "clases", la de los ricos acaudalados y ligados a la tierra llamados "patricios" por una parte, y por la otra encontramos a los "plebeyos" que era la clase de los comerciantes, artesanos, miembros de aldeas vecinas, etc. Originariamente, la plebe descendía de los inmigrantes que habían llegado a Roma desde regiones vecinas y como tales no pertenecían al "populus romanus" propiamente dicho[1]y si bien "eran personalmente libres, podían poseer tierras, estaban obligados a pagar el impuesto y hallábanse sujetos al servicio militar"[2] no podían ejercer ninguna función pública. En realidad cuando se celebraban las asambleas no había distinción entre ciudadanos sino que todos eran miembros de la misma por igual. Lo que ocurría era que por costumbre los miembros o magistrados patricios, que eran aquellas familias que habían aportado a la ciudad militar y monetariamente en las guerras y habían sido consejeros del rey, podían proponer a los sucesores patricios para que luego los ratificara la asamblea. Esto generó descontento por parte de los plebeyos, quienes comenzaron a reunirse en paralelo y fuera de la constitución para defenderse del poder ilimitado de los cónsules. Con el tiempo los plebeyos consiguieron tener magistrados propios llamados "tribunos del pueblo" que lentamente empezaron a tener más y más poder en las asambleas, lo cual los llevo a no sólo buscar defender los intereses de la plebe sino también a luchar por conseguir cambios en la constitución. Con el tiempo, los plebeyos se convirtieron en el elemento clave del Estado.
En tanto Roma iba creciendo y expandiéndose primero por la península de Italia y luego por toda Europa. El problema principal que llevo a la caída de la República, fue la debilidad del gobierno central respecto a los gobernadores provinciales, los cuales se encontraban en las provincias para "ejecutar los deseos del gobierno de la metrópoli"[3]
Esto fue así porque mientras en Roma el principio de colegialidad o sea de compartir el poder entre cónsules debilitaba a los magistrados, en las provincias, los gobernadores no tenían colegas y sin embargo contaban con la misma clase de poder que los cónsules en la metrópoli.
Esto llevo a una desunión interna, a una irrefrenable búsqueda de aumentar el poder por parte de los gobernadores provinciales, y a una corrupción que terminó por dar fin a la república y sentó las bases para el nacimiento del imperio.
A modo de resumen se presenta a continuación un cuadro que muestra la evolución política romana:
El poder del rey pasó a dos magistrados denominados pretores-cónsules. Estos cónsules desarrollaban tareas similares a las de los antiguos reyes: practicaban los auspicios, es decir, se ocupaban de mantener contentos a los dioses por medio de determinados ritos religiosos, y en general mantuvieron el poder en forma estable.
Los cónsules ejercían el poder durante un año, los elegía el pueblo en las asambleas y el Senado por su parte se encargaba de ratificar la decisión.
Sin embargo no debió pasar mucho tiempo para que surja el conflicto. La comunidad de Roma estaba compuesta por dos "clases", la de los ricos acaudalados y ligados a la tierra llamados "patricios" por una parte, y por la otra encontramos a los "plebeyos" que era la clase de los comerciantes, artesanos, miembros de aldeas vecinas, etc. Originariamente, la plebe descendía de los inmigrantes que habían llegado a Roma desde regiones vecinas y como tales no pertenecían al "populus romanus" propiamente dicho[1]y si bien "eran personalmente libres, podían poseer tierras, estaban obligados a pagar el impuesto y hallábanse sujetos al servicio militar"[2] no podían ejercer ninguna función pública. En realidad cuando se celebraban las asambleas no había distinción entre ciudadanos sino que todos eran miembros de la misma por igual. Lo que ocurría era que por costumbre los miembros o magistrados patricios, que eran aquellas familias que habían aportado a la ciudad militar y monetariamente en las guerras y habían sido consejeros del rey, podían proponer a los sucesores patricios para que luego los ratificara la asamblea. Esto generó descontento por parte de los plebeyos, quienes comenzaron a reunirse en paralelo y fuera de la constitución para defenderse del poder ilimitado de los cónsules. Con el tiempo los plebeyos consiguieron tener magistrados propios llamados "tribunos del pueblo" que lentamente empezaron a tener más y más poder en las asambleas, lo cual los llevo a no sólo buscar defender los intereses de la plebe sino también a luchar por conseguir cambios en la constitución. Con el tiempo, los plebeyos se convirtieron en el elemento clave del Estado.
En tanto Roma iba creciendo y expandiéndose primero por la península de Italia y luego por toda Europa. El problema principal que llevo a la caída de la República, fue la debilidad del gobierno central respecto a los gobernadores provinciales, los cuales se encontraban en las provincias para "ejecutar los deseos del gobierno de la metrópoli"[3]
Esto fue así porque mientras en Roma el principio de colegialidad o sea de compartir el poder entre cónsules debilitaba a los magistrados, en las provincias, los gobernadores no tenían colegas y sin embargo contaban con la misma clase de poder que los cónsules en la metrópoli.
Esto llevo a una desunión interna, a una irrefrenable búsqueda de aumentar el poder por parte de los gobernadores provinciales, y a una corrupción que terminó por dar fin a la república y sentó las bases para el nacimiento del imperio.
A modo de resumen se presenta a continuación un cuadro que muestra la evolución política romana:
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