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uropa constituye un extenso y diverso conjunto territorial, en el que se observan manifiestas disparidades y evidentes analogías en sus estructuras agrarias. Entre aquellas, las derivadas de las propias condiciones naturales, que permitirían diferenciar tres dominios ecológicos y agrarios: el atlántico, el continental y el mediterráneo. Entre éstas, las que surgen de una prolongada historia y cultura comunes, que hacen de este territorio el ámbito de predominio de la explotación familiar agraria, con todas sus connotaciones e implicaciones.
Si en Europa se observan rasgos comunes, éstos se ven más claramente aún en los países de la Unión Europea, por cuanto esas afinidades suma la de ser objeto de una política agraria común (de la que trataremos más adelante), que tiende a homogeneizar las estructuras agrarias nacionales de los países miembros. Sin embargo, al margen de las políticas agrarias nacionales específicas, se manifiestan unas tendencias evolutivas coincidentes, que surgen de las exigencias de la coyuntura internacional. Así, en toda Europa se asiste a un proceso de modernización, de tecnificación, de especialización productiva y, lo que es más importante, de redimensionamiento de las unidades de explotación, obligadas a producir con economías de escala.
No obstante, las herencias del pasado, en lo referente a la estructura de la propiedad y de las explotaciones, pesan enormemente y constituyen un serio freno a la modernización y capitalización, sobre todo de las unidades más pequeñas, a pesar de que los gobiernos nacionales tiendan a conseguir unas estructuras más racionales, con explotaciones medias o grandes, que hacen inviables a una buena parte de las tradicionales. Este fenómeno afecta más a los países más agrarios del sur de Europa, que todavía deben de reducir mucho sus niveles de empleo agrario.
La agricultura europea es muy compleja, como corresponde a un continente de antigua civilización, con múltiples influencias culturales, que se desarrolla sobre un espacio diverso y fragmentado. Si el clima y el relieve aportan las claves de la especialización productiva regional, éstas no se comprenden sin el curso de la historia, que ha ido materializando unos espacios agrarios diversificados a escala continental, regional y comarcal. Pero estos paisajes agrarios están cargados de múltiples factores disfuncionales como su excesiva fragmentación, con unas explotaciones demasiado pequeñas y divididas; fenómeno potenciado por la excesiva población agraria.
Si en Europa se observan rasgos comunes, éstos se ven más claramente aún en los países de la Unión Europea, por cuanto esas afinidades suma la de ser objeto de una política agraria común (de la que trataremos más adelante), que tiende a homogeneizar las estructuras agrarias nacionales de los países miembros. Sin embargo, al margen de las políticas agrarias nacionales específicas, se manifiestan unas tendencias evolutivas coincidentes, que surgen de las exigencias de la coyuntura internacional. Así, en toda Europa se asiste a un proceso de modernización, de tecnificación, de especialización productiva y, lo que es más importante, de redimensionamiento de las unidades de explotación, obligadas a producir con economías de escala.
No obstante, las herencias del pasado, en lo referente a la estructura de la propiedad y de las explotaciones, pesan enormemente y constituyen un serio freno a la modernización y capitalización, sobre todo de las unidades más pequeñas, a pesar de que los gobiernos nacionales tiendan a conseguir unas estructuras más racionales, con explotaciones medias o grandes, que hacen inviables a una buena parte de las tradicionales. Este fenómeno afecta más a los países más agrarios del sur de Europa, que todavía deben de reducir mucho sus niveles de empleo agrario.
La agricultura europea es muy compleja, como corresponde a un continente de antigua civilización, con múltiples influencias culturales, que se desarrolla sobre un espacio diverso y fragmentado. Si el clima y el relieve aportan las claves de la especialización productiva regional, éstas no se comprenden sin el curso de la historia, que ha ido materializando unos espacios agrarios diversificados a escala continental, regional y comarcal. Pero estos paisajes agrarios están cargados de múltiples factores disfuncionales como su excesiva fragmentación, con unas explotaciones demasiado pequeñas y divididas; fenómeno potenciado por la excesiva población agraria.
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