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La polisemia de la democracia y quienes se la adjudican es variada. Hablaron de democracia los fascistas, los comunistas, los grupos
oligárquicos, los populistas, los golpistas latinoamericanos.
Los comunistas llamaron “democracias populares” a sus regímenes monocráticos sometidos a la ortopedia deformante del partido único. Los golpistas latinoamericanos de pasadas décadas justificaron su asalto al poder por la necesidad de “defender los principios de la democracia occidental y cristiana”. Bajo esta invocación en las guerras sucias del cono sur de América Latina se arrojaron al mar desde aviones a los perseguidos políticos y se robaron los hijos recién nacidos de las prisioneras.
Para el pensamiento liberal y neoliberal — que postula una democracia restringida—, el sufragio universal es un punto de llegada mientras que para el pensamiento socialista es apenas el punto de partida para la consecución de ulteriores conquistas sociales. Para aquél es sólo un método de legitimación del poder en tanto que para éste —que propugna una democracia sustancial— es también un modo de distribución de las opciones económicas y sociales dentro de la comunidad.
No debemos cometer el error de confundir democracia con electoralismo. La democracia no se reduce al rito periódico de depositar un voto en una urna. El hecho de que la voluntad de la mayoría valga como voluntad del grupo no significa que el poder de ella esté exento de limitaciones. La primera limitación que soporta es precisamente el respeto a la opinión de las minorías. Este es un supuesto legal y moral del sistema
democrático. Se hace lo que la mayoría dispone pero se garantiza la
opinión de las minorías y su derecho a expresarla. La democracia prohíbe a la mayoría el abuso de la fuerza que la determina: la del número; y a las minorías, el uso de la única fuerza que podría estar a su alcance: la material.
Hay que plantearse con toda claridad la cuestión de las relaciones entre el Estado y el mercado. Más exactamente: entre el Estado democrático y el mercado. ¿Cuál es el límite de injusticia económica que puede tolerar la democracia sin desvirtuarse? ¿Cuánta desigualdad le es soportable? ¿Cuáles son los alcances admisibles del poder económico dentro del sistema democrático? No es verdad, como suele afirmarse con frecuencia, que la democracia y el mercado son enteramente compatibles. Es evidente que ellos tienen diferentes puntos de vista acerca de la distribución del poder político y del poder económico. Para la democracia hay ciudadanos, para el mercado: consumidores. Los ciudadanos tienden hacia la igualdad mientras que los consumidores buscan las ventajas y los privilegios. Los ciudadanos poseen los mismos derechos, en tanto que las prerrogativas de los consumidores dependen de su poder de compra.
En el mundo contemporáneo la libertad y la igualdad, componentes básicos de la democracia, están amenazados por dos fenómenos que se entrecruzan: la sociedad de masas, que con su hiperurbanización limita la capacidad de movimiento de los individuos, reduce su espacio, constriñe su voluntad y produce una sobrecarga de demandas sociales insatisfechas; y la revolución electrónica, que lleva en sus entrañas una irremisible tendencia hacia la concentración del saber científico y tecnológico en pocas mentes, que eventualmente puede llevar hacia la formación de una nueva clase social hegemónica en función de su dominio sobre la ciencia y la tecnología de última generación. La democracia, como forma de organización colectiva, está amenazada por estos dos factores surgidos de la propia dinámica social.
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oligárquicos, los populistas, los golpistas latinoamericanos.
Los comunistas llamaron “democracias populares” a sus regímenes monocráticos sometidos a la ortopedia deformante del partido único. Los golpistas latinoamericanos de pasadas décadas justificaron su asalto al poder por la necesidad de “defender los principios de la democracia occidental y cristiana”. Bajo esta invocación en las guerras sucias del cono sur de América Latina se arrojaron al mar desde aviones a los perseguidos políticos y se robaron los hijos recién nacidos de las prisioneras.
Para el pensamiento liberal y neoliberal — que postula una democracia restringida—, el sufragio universal es un punto de llegada mientras que para el pensamiento socialista es apenas el punto de partida para la consecución de ulteriores conquistas sociales. Para aquél es sólo un método de legitimación del poder en tanto que para éste —que propugna una democracia sustancial— es también un modo de distribución de las opciones económicas y sociales dentro de la comunidad.
No debemos cometer el error de confundir democracia con electoralismo. La democracia no se reduce al rito periódico de depositar un voto en una urna. El hecho de que la voluntad de la mayoría valga como voluntad del grupo no significa que el poder de ella esté exento de limitaciones. La primera limitación que soporta es precisamente el respeto a la opinión de las minorías. Este es un supuesto legal y moral del sistema
democrático. Se hace lo que la mayoría dispone pero se garantiza la
opinión de las minorías y su derecho a expresarla. La democracia prohíbe a la mayoría el abuso de la fuerza que la determina: la del número; y a las minorías, el uso de la única fuerza que podría estar a su alcance: la material.
Hay que plantearse con toda claridad la cuestión de las relaciones entre el Estado y el mercado. Más exactamente: entre el Estado democrático y el mercado. ¿Cuál es el límite de injusticia económica que puede tolerar la democracia sin desvirtuarse? ¿Cuánta desigualdad le es soportable? ¿Cuáles son los alcances admisibles del poder económico dentro del sistema democrático? No es verdad, como suele afirmarse con frecuencia, que la democracia y el mercado son enteramente compatibles. Es evidente que ellos tienen diferentes puntos de vista acerca de la distribución del poder político y del poder económico. Para la democracia hay ciudadanos, para el mercado: consumidores. Los ciudadanos tienden hacia la igualdad mientras que los consumidores buscan las ventajas y los privilegios. Los ciudadanos poseen los mismos derechos, en tanto que las prerrogativas de los consumidores dependen de su poder de compra.
En el mundo contemporáneo la libertad y la igualdad, componentes básicos de la democracia, están amenazados por dos fenómenos que se entrecruzan: la sociedad de masas, que con su hiperurbanización limita la capacidad de movimiento de los individuos, reduce su espacio, constriñe su voluntad y produce una sobrecarga de demandas sociales insatisfechas; y la revolución electrónica, que lleva en sus entrañas una irremisible tendencia hacia la concentración del saber científico y tecnológico en pocas mentes, que eventualmente puede llevar hacia la formación de una nueva clase social hegemónica en función de su dominio sobre la ciencia y la tecnología de última generación. La democracia, como forma de organización colectiva, está amenazada por estos dos factores surgidos de la propia dinámica social.
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Respuesta:
-El aparecimiento de nuevos grupos de élite genera:
Profundización de las brechas entre ricos y pobres.
-Los nuevos grupos de poder surgen por:
Todas las anteriores.
-En el Ecuador, las autoridades deben presentar al pueblo obligatoriamente:
Informes de rendición de cuentas.
Explicación:
Espero les sirva :)
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