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Es diciente que la única historia del ensayo en Colombia se encuentre inédita, expuesta a la comunidad en una versión escrita en una prosa poética aunque salpicada aun con problemas ortográficos, propios de un borrador que nunca vio su versión definitiva. Me refiero a laHistoria del ensayo en Colombiade Oscar Torres Duque, disponible en el archivo de la Biblioteca Luis Ángel Arango en un nada deseable mamotreto, con páginas impresas a una sola cara, y en cuyas líneas iniciales el autor presenta como Informe final de una Beca de Colcultura.
El texto es extenso y en ocasiones agotador, pese a la agudeza en la lectura del profesor Torres Duque, quien repasa algunas de las características principales de quienes él considera hitos en la historia del ensayo en Colombia. Contra lo que se podría pensar y al tenor de la suerte editorial de los libros de ensayo en el país, el autor del documento encuentra un voluminoso número de ensayistas que van desde los inicios independentistas hasta nuestros días. La primera gran polémica la genera ese número amplio de ensayistas en Colombia, derivado de la concepción del género que tiene Torres Duque: el ensayo es una prosa de pensamiento en la que se expresa la subjetividad del ser, aunque esa subjetividad esté cruzada por las experiencias de vida y el recorrido lector.Para el investigador, el carácter poético del ensayo no se percibe en la suficiencia con la que se manipulen artificios lingüísticos –uso de tropos, exuberancia lexical, pertinencia sintáctica- sino en la articulación, casi imperceptible, entre el ser y la palabra que expresa su pensamiento. De ahí el hecho de que el ensayo rompa las barreras de las disciplinas (expresión ensayística puede haber en la filosofía, sociología, historia, psicología, crítica literaria, así como en las ciencias naturales, aunque en estas últimas en menor medida) y de las tipologías textuales (ensayo puede haber en cartas, panfletos, memorias, etc). Son ensayos algunos de los textos políticos de Simón Bolívar, las cartas de Miguel Antonio Caro o las crónicas de libros de Hernando Valencia Goelkel.De ahí también el hecho de que Torres Duque no distinga entre ensayos poéticos y ensayos teóricos porque todo ensayo – y de acuerdo siempre con la comprensión de poesía que tiene el autor- es poético. Es posible eso sí, hablar de ensayos con temas literarios o no literarios, con temas científicos o no científicos.La flexibilidad en el concepto hace compleja la exactitud de una investigación en la historia del género. Para ser precisos, haría falta un lector con el tiempo suficiente para abordar el amplio espectro de todas las disciplinas y las tipologías textuales. En realidad, Torres Duque se blinda un poco más: el ensayo también tiene un nivel comunicativo cercano al diálogo hablado que impide el uso de lenguajes técnicos cuyos destinatarios son especialistas. En el ensayo no caben los tecnicismos, en ocasiones tan caros al inextricable mundo académico universitario.A esto se le suma un criterio propio del historiador de la literatura quien se abroga para sí, y desde argumentos teóricos, la posibilidad de seleccionar, entre un corpus grande, a quienes considere figuras relevantes, susceptibles de ser estudiadas. Este es el más subjetivo de los criterios en tanto el historiador de la literatura –o de un género discursivo- decide a quién quitar o poner, de acuerdo con sus gustos y conocimientos.Superando estas inquietudes, desde Simón Bolívar hasta los más contemporáneos -William Ospina y R.H. Moreno Durán, por ejemplo- el recorrido de Oscar Torres Duque es exhaustivo, lo que no evita que el texto se recienta de cierto esquematismo que lo lleva a ser -a pesar de lo expresado en las primeras líneas por el autor- una historia del ensayo desde la exploración de autores y obras. En este sentido, las grandes divisiones, hechas dentro de este Informe, a la historia del género en Colombia (Independencia, la crítica literaria, etc) son etiquetas de agrupación que sirven como referente general pero no como tema alrededor del cual se piense la reflexión. El tema es siempre el ensayista y su obra, un poco aislados de los demás.El texto termina siendo entonces una lúcida reflexión sobre quienes se han dedicado al ensayo en Colombia, pero una reflexión sin vasos comunicantes que puedan establecer un diálogo entre los escritores. El formato es el de un diccionario poético, de lectura agradable e iluminadora siempre que se quiera reconocer las virtudes o carencias de un determinado ensayista colombiano.Esta Historia del ensayo en Colombia deja algunas preguntas: ¿Es cierto que existe ese número grande de ensayistas en Colombia, tal como lo plantea Torres Duque? ¿Es posible realizar una historia temática del ensayo en Colombia? ¿Cuáles serían esos grandes temas? ¿Por qué no existe, a la fecha, una historia del ensayo en Colombia que no esté impresa en el formato de un borrador? ¿Hay una historia del ensayo en Colombia?
El texto es extenso y en ocasiones agotador, pese a la agudeza en la lectura del profesor Torres Duque, quien repasa algunas de las características principales de quienes él considera hitos en la historia del ensayo en Colombia. Contra lo que se podría pensar y al tenor de la suerte editorial de los libros de ensayo en el país, el autor del documento encuentra un voluminoso número de ensayistas que van desde los inicios independentistas hasta nuestros días. La primera gran polémica la genera ese número amplio de ensayistas en Colombia, derivado de la concepción del género que tiene Torres Duque: el ensayo es una prosa de pensamiento en la que se expresa la subjetividad del ser, aunque esa subjetividad esté cruzada por las experiencias de vida y el recorrido lector.Para el investigador, el carácter poético del ensayo no se percibe en la suficiencia con la que se manipulen artificios lingüísticos –uso de tropos, exuberancia lexical, pertinencia sintáctica- sino en la articulación, casi imperceptible, entre el ser y la palabra que expresa su pensamiento. De ahí el hecho de que el ensayo rompa las barreras de las disciplinas (expresión ensayística puede haber en la filosofía, sociología, historia, psicología, crítica literaria, así como en las ciencias naturales, aunque en estas últimas en menor medida) y de las tipologías textuales (ensayo puede haber en cartas, panfletos, memorias, etc). Son ensayos algunos de los textos políticos de Simón Bolívar, las cartas de Miguel Antonio Caro o las crónicas de libros de Hernando Valencia Goelkel.De ahí también el hecho de que Torres Duque no distinga entre ensayos poéticos y ensayos teóricos porque todo ensayo – y de acuerdo siempre con la comprensión de poesía que tiene el autor- es poético. Es posible eso sí, hablar de ensayos con temas literarios o no literarios, con temas científicos o no científicos.La flexibilidad en el concepto hace compleja la exactitud de una investigación en la historia del género. Para ser precisos, haría falta un lector con el tiempo suficiente para abordar el amplio espectro de todas las disciplinas y las tipologías textuales. En realidad, Torres Duque se blinda un poco más: el ensayo también tiene un nivel comunicativo cercano al diálogo hablado que impide el uso de lenguajes técnicos cuyos destinatarios son especialistas. En el ensayo no caben los tecnicismos, en ocasiones tan caros al inextricable mundo académico universitario.A esto se le suma un criterio propio del historiador de la literatura quien se abroga para sí, y desde argumentos teóricos, la posibilidad de seleccionar, entre un corpus grande, a quienes considere figuras relevantes, susceptibles de ser estudiadas. Este es el más subjetivo de los criterios en tanto el historiador de la literatura –o de un género discursivo- decide a quién quitar o poner, de acuerdo con sus gustos y conocimientos.Superando estas inquietudes, desde Simón Bolívar hasta los más contemporáneos -William Ospina y R.H. Moreno Durán, por ejemplo- el recorrido de Oscar Torres Duque es exhaustivo, lo que no evita que el texto se recienta de cierto esquematismo que lo lleva a ser -a pesar de lo expresado en las primeras líneas por el autor- una historia del ensayo desde la exploración de autores y obras. En este sentido, las grandes divisiones, hechas dentro de este Informe, a la historia del género en Colombia (Independencia, la crítica literaria, etc) son etiquetas de agrupación que sirven como referente general pero no como tema alrededor del cual se piense la reflexión. El tema es siempre el ensayista y su obra, un poco aislados de los demás.El texto termina siendo entonces una lúcida reflexión sobre quienes se han dedicado al ensayo en Colombia, pero una reflexión sin vasos comunicantes que puedan establecer un diálogo entre los escritores. El formato es el de un diccionario poético, de lectura agradable e iluminadora siempre que se quiera reconocer las virtudes o carencias de un determinado ensayista colombiano.Esta Historia del ensayo en Colombia deja algunas preguntas: ¿Es cierto que existe ese número grande de ensayistas en Colombia, tal como lo plantea Torres Duque? ¿Es posible realizar una historia temática del ensayo en Colombia? ¿Cuáles serían esos grandes temas? ¿Por qué no existe, a la fecha, una historia del ensayo en Colombia que no esté impresa en el formato de un borrador? ¿Hay una historia del ensayo en Colombia?
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