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Uno de los indicadores de esta actividad es el índice de Actividad Emprendedora Temprana (TEA, por sus siglas en inglés). En el Ecuador, en el 2009 la TEA fue de 15,8% y para el año siguiente creció más de cuatro puntos, para ubicarse en 21,30%. Esto significa que aproximadamente uno de cada cinco adultos ecuatorianos estaba planeando, en el 2010, crear un nuevo negocio.
Así lo indica el estudio Global Entrepreneurship Monitor (GEM) Ecuador 2010, realizado por la Espae Graduate School of Management y que mide el nivel de emprendimiento en el país.
El tema se lo empezó a abordar formalmente en las universidades hace por lo menos cinco años. ¿Entonces, el emprendimiento es una moda o un negocio?
Los analistas consultados coinciden en que no es una moda. Para Guido Caicedo, investigador de la Espae Graduate School of Management, se trata de una forma de vida. “Emprender significa perseguir obsesivamente una oportunidad de agregar valor a los demás y lograr satisfacción personal. Una de las formas de emprender es a través de un negocio, pero también hay emprendimientos social, deportivo, cultural, cívico, entre otros”.
Caicedo agrega que la actividad ha existido siempre y ha sido fundamental en la historia de la humanidad. Pero ahora tiene más presencia en los medios, en la educación y en los programas de Gobierno. “Como todo lo que se populariza, también existe gente que lo desvirtúa, lo distorsiona o se aprovecha de él”.
En el tema también cabe un análisis de épocas. Hasta la década de los noventa, los empleados apuntaban a trabajar en una empresa durante 40 ó 50 años, explica el consultor empresarial, Jaime Navarro. “Pero las crisis, mundiales y locales, han impulsado una dinámica laboral distinta, donde se trabaja para obtener experiencia. Así los ecuatorianos buscan un empleo para aprender y crecer, pero también apuntan a un emprendimiento para lograr su seguridad financiera”.
Otra opinión es la de Sergio Ochoa, director de la Agencia Metropolitana de Promoción Económica, ConQuito. Él tampoco cree que sea una moda y lo califica como una necesidad para complementar las cadenas productivas de una ciudad o de un país.
Ochoa habla de dos tipos de emprendimiento: los dinámicos y los sociales. Los primeros incorporan tecnología, tienen altos índices de inversión y generan empleo de forma directa. “Son empresas que nacen con el surgimiento de nuevos sectores como el software, por ejemplo”.
En los emprendimientos sociales, en cambio, participa la mayor parte de la población. “Son negocios que una persona monta para trabajar en ellos a diferencia de los dinámicos en los que el emprendedor tiene la idea, pero no necesariamente trabaja en la iniciativa”.
La actividad también se destaca por ser generadora de empleo. ConQuito, por ejemplo, ha asesorado desde hace seis años a unas 350 ideas consideradas dinámicas. En estas hay un promedio de cinco empleos directos y 10 indirectos.
No obstante, el estudio del GEM señala que en el 2010 al igual que en el 2009, el 54% de los emprendedores no había creado ningún empleo, y el 44% generó entre uno y cinco puestos de trabajo.
En cuanto a quienes son emprendedores, los analistas trazan un perfil con varias características. Un estudio efectuado en el 2011 por la incubadora Innpulsar y la Universidad de Cuenca, entre 220 empresas de la capital azuaya, los hombres son mayoría (78%) y su edad promedio es de 35 años. Esto difiere del estudio del GEM 2010 que dice que el 54,6% corresponde a hombres y el 45,4% a mujeres.
La investigación también arrojó como resultados que la mayor parte de los emprendedores tenía educación secundaria, pero solo un 11% poseía título universitario o de posgrado. Y el 27% había recibido capacitación para iniciar un negocio.
Mas datos: el 75% de los emprendedores tenía menos de 45 años, el 58% era autoempleado y un 28% tenía ingresos familiares anuales de más de USD 7 200.
Felipe Rendón, director de Emprendimiento y Negocio de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, diferencia dos grupos: los que emprenden por necesidad y los que lo hacen por oportunidad.
En el primer grupo están los arriesgados, no analíticos, con mínima formación o preparación en el tema y quienes no analizan el mercado. “A pesar de todo esto emprenden y en el mayor de los casos prosperan con innovación y creatividad”.