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Los primeros españoles que se establecieron en la isla de Santo Domingo hicieron grandes esfuerzos por transplantar intactos sus usos y costumbres a estas tierras.En los primeros treinta años del siglo XVI los españoles que venían al Nuevo Mundo por la vía de Santo Domingo traían consigo no sólo sus ropas, libros y enseres domésticos, sino también sus utensilios de cocina y sus recetas culinarias.La dieta europea de aquella época se sustentaba en un menú básico compuesto mayormente de pan, vino, carne, queso y leche, coles, remolacha y otros vegetales, aceite de oliva, almendras, garbanzos y otros granos, y algún pescado.Al principio de la era colonial, la población española trató de continuar consumiendo estos alimentos, pero las condiciones del trópico y la lejanía de los centros de abastecimiento de algunos de esos productos terminaron obligándolos a transformar su dieta.Por ejemplo, el consumo de pan, galletas y bizcocho, tan caro a los españoles, tuvo que ser reducido hasta que finalmente desapareció de la dieta colonial dominicana debido a la imposibilidad de producir trigo en la isla o de importar harina.Así, el pan terminó siendo sustituido por el cazabe, llamado “pan de las Indias” desde muy temprano por los colonizadores.Lo mismo ocurrió con el aceite de oliva, que al principio de la colonización constituía uno de los mayores volúmenes de los embarques en las naves españolas. Al empobrecerse la colonia, y al hacerse cada vez menos frecuente la llegada de barcos a la isla, este alimento dejó de consumirse y fue reemplazado por la manteca de cerdo.El vino también desapareció de la dieta cotidiana y, al cabo de un tiempo, su lugar fue ocupado por el aguardiente de caña que empezó a producirse temprano en los ingenios azucareros.
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