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El sistema feudal estaba consolidado en los siglos X-XI, pero su inicio fue una evolución desde el siglo IV. En la última época del Imperio Romano, la presión fiscal y el empobrecimiento obligó a buena parte de los campesinos libres a buscar la protección de un terrateniente, entregándole sus tierras y renunciando a libertad poniéndose bajo su patronazgo en condiciones serviles. Los terratenientes, por su parte, preferían disponer de colonos/siervos al sistema esclavista normal, dado que el colono, al retener parte de la producción, tenía un incentivo personal en el trabajo, y por otra parte el patrono no estaba obligado a alojar y alimentar a sus siervos, cosa que si que tenía que hacer con los esclavos. Cuando las élites germanas sustituyeron (total o parcialmente) a los terratenientes romanos, heredaron el sistema.
Por otra parte, el colapso del sistema administrativo romano llevó a debilitar el poder central, de forma que esos terratenientes adquirieron los poderes de las antiguas autoridades romanas, y finalmente convirtieron sus cargos en hereditarios. Por entonces, los siervos se consideraban ya ligados a la tierra, de forma que un traspaso (por venta o donación) de una propiedad implicaba que las familias de siervos que trabajaban esa propiedad cambiaban automáticamente de amo.
El sistema feudal representaba, en último término, restringir enormemente la autoridad central de cada estado, dado que el rey tenía una serie de derechos y deberes muy delimitados, podía exigir sólo unos ciertos servicios a sus vasallos o no podía imponer nuevos tributos. Con el tiempo, las monarquías contraatacaron e intentaron volver a poner en vigor el derecho romano, que otorgaba más poder al estado. Se apoyaron en las ciudades, entes que quedaban al margen del sistema feudal (dependían directamente de la corona) y estaban interesadas en el fortalecimiento de ésta para poner freno a la anarquía feudal.
No hay una fecha concreta para hablar del fin del feudalismo. Algunas monarquías tuvieron más éxito que otras en la implantación del absolutismo, y mientras en Europa Occidental la servidumbre fue desapareciendo progresivamente entre los siglos XIII y XV, en algunos de la Europa Oriental se mantuvo hasta el siglo XIX. Para reforzar el absolutismo, los monarcas se basaron, además de la reinstauración del derecho romano, en una burocracia dependiente del estado, en ejércitos permanentes (sin tener que depender del servicio militar feudal) y en el restablecimiento de la capacidad para establecer impuestos. Algunos estados tuvieron más éxito que otros, pero a principios del siglo XVI el sistema feudal estaba superado en muchas partes, por lo menos en lo que respecta a la relación señor-vasallo.
El sistema feudal estaba consolidado en los siglos X-XI, pero su inicio fue una evolución desde el siglo IV. En la última época del Imperio Romano, la presión fiscal y el empobrecimiento obligó a buena parte de los campesinos libres a buscar la protección de un terrateniente, entregándole sus tierras y renunciando a libertad poniéndose bajo su patronazgo en condiciones serviles. Los terratenientes, por su parte, preferían disponer de colonos/siervos al sistema esclavista normal, dado que el colono, al retener parte de la producción, tenía un incentivo personal en el trabajo, y por otra parte el patrono no estaba obligado a alojar y alimentar a sus siervos, cosa que si que tenía que hacer con los esclavos. Cuando las élites germanas sustituyeron (total o parcialmente) a los terratenientes romanos, heredaron el sistema.
Por otra parte, el colapso del sistema administrativo romano llevó a debilitar el poder central, de forma que esos terratenientes adquirieron los poderes de las antiguas autoridades romanas, y finalmente convirtieron sus cargos en hereditarios. Por entonces, los siervos se consideraban ya ligados a la tierra, de forma que un traspaso (por venta o donación) de una propiedad implicaba que las familias de siervos que trabajaban esa propiedad cambiaban automáticamente de amo.
El sistema feudal representaba, en último término, restringir enormemente la autoridad central de cada estado, dado que el rey tenía una serie de derechos y deberes muy delimitados, podía exigir sólo unos ciertos servicios a sus vasallos o no podía imponer nuevos tributos. Con el tiempo, las monarquías contraatacaron e intentaron volver a poner en vigor el derecho romano, que otorgaba más poder al estado. Se apoyaron en las ciudades, entes que quedaban al margen del sistema feudal (dependían directamente de la corona) y estaban interesadas en el fortalecimiento de ésta para poner freno a la anarquía feudal.
No hay una fecha concreta para hablar del fin del feudalismo. Algunas monarquías tuvieron más éxito que otras en la implantación del absolutismo, y mientras en Europa Occidental la servidumbre fue desapareciendo progresivamente entre los siglos XIII y XV, en algunos de la Europa Oriental se mantuvo hasta el siglo XIX. Para reforzar el absolutismo, los monarcas se basaron, además de la reinstauración del derecho romano, en una burocracia dependiente del estado, en ejércitos permanentes (sin tener que depender del servicio militar feudal) y en el restablecimiento de la capacidad para establecer impuestos. Algunos estados tuvieron más éxito que otros, pero a principios del siglo XVI el sistema feudal estaba superado en muchas partes, por lo menos en lo que respecta a la relación señor-vasallo.
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