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En el siglo III, el Imperio Romano estaba envuelto en una profunda crisis. Los rasgos más pronunciados de dicha crisis fueron: la pérdida de funciones de sus ciudades, la ruralización de la vida, la debilitación de las relaciones de tipo público en beneficio de lo privado, el creciente peso de la fiscalidad imperal ya que necesitaban recursos para garantizar la fidelidad de sus tropas y, la difusión de religiones menos cívicas y colectivas, y más salvajes y personales.Por otro lado estaban los bárbaros, que penetraron en el Imperio de dos maneras distintas: hubo entradas toleradas e invasiones como tal. La aspiración de estos bárbaros o germanos era encontrar lugares en que instalarse y desarrollar una agricultura sedentaria combinada con una ganadería vacuna.
El año 376 los Godos entraron en el Imperio tras cruzar el río Danubio, estos fueron aceptados pero, dos años después, molestos con los romanos por no cederles parte del territorio como habían prometido, se sublevaron, y en el 378 aplastaron al ejército imperial en Adrianópolis. Esta derrota, junto a la muerte del emperador Valente en el campo de batalla, fueron decisivas para que Teodosio, su sucesor, estableciese un pacto con los Godos y, en el 382, se establecieron en Mesia como tropas al servicio de Roma.
El Imperio tuvo unos años de descanso, pero en el 406, Vándalos, Alanos y Suevos cruzaron el helado río Rin y se prepararon para invadir la Galia y, en el 409, ya estaban cruzando los Pirineos para instalarse en Hispania.
En el 408, los Visigodos, con Alarico a la cabeza, entraron en Italia. En el 410 estos saquearon Roma causando una gran conmoción que debilitaría mucho al Imperio. Las correrías de los visigodos por Italia estimularon al emprador Honorio a ensayar una nueva fórmula: convertirlos en una fuerza de policía que controlara al resto de pueblos germanos que habían penetrado en el Imperio. El pago de dicho servicio no les satisfizo y en el 415 entraron en Hispania. En el 418 el Imperio no tuvo más remedio que nombrarlos pueblo federado y reconocerlos, mediante un feodus, como reino bárbaro anexo al Imperio.
El año 376 los Godos entraron en el Imperio tras cruzar el río Danubio, estos fueron aceptados pero, dos años después, molestos con los romanos por no cederles parte del territorio como habían prometido, se sublevaron, y en el 378 aplastaron al ejército imperial en Adrianópolis. Esta derrota, junto a la muerte del emperador Valente en el campo de batalla, fueron decisivas para que Teodosio, su sucesor, estableciese un pacto con los Godos y, en el 382, se establecieron en Mesia como tropas al servicio de Roma.
El Imperio tuvo unos años de descanso, pero en el 406, Vándalos, Alanos y Suevos cruzaron el helado río Rin y se prepararon para invadir la Galia y, en el 409, ya estaban cruzando los Pirineos para instalarse en Hispania.
En el 408, los Visigodos, con Alarico a la cabeza, entraron en Italia. En el 410 estos saquearon Roma causando una gran conmoción que debilitaría mucho al Imperio. Las correrías de los visigodos por Italia estimularon al emprador Honorio a ensayar una nueva fórmula: convertirlos en una fuerza de policía que controlara al resto de pueblos germanos que habían penetrado en el Imperio. El pago de dicho servicio no les satisfizo y en el 415 entraron en Hispania. En el 418 el Imperio no tuvo más remedio que nombrarlos pueblo federado y reconocerlos, mediante un feodus, como reino bárbaro anexo al Imperio.
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