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Tal como explica al comienzo del libro VIII, Aristóteles se propone estudiar en él,
Como ya ha advertido en otras ocasiones, el filósofo considera que la principal causa de la diversidad de las formas políticas consiste en que,
"todos los sistemas políticos, por diversos que sean, reconocen ciertos derechos y una igualdad proporcional entre los ciudadanos, pero todos en la práctica se separan de esta doctrina",
en la medida en que dan un valor absoluto a una igualdad o una desigualdad que sólo es real y positiva en algunos aspectos, sea la libertad en la demagogia o la fortuna en la oligarquía. Por tanto,
"todos los sistemas, aunque justos en el fondo, son radicalmente falsos en la práctica. Y así los unos como los otros, tan pronto como no han obtenido, en punto a poder político, todo lo que tan falsamente creen merecer, apelan a la revolución. Ciertamente, el derecho de insurrección, a nadie debería pertenecer con más legitimidad que a los ciudadanos de mérito superior, aunque jamás usan de este derecho; realmente, la desigualdad absoluta sólo es racional respecto a ellos".
Las revoluciones operan de dos maneras:
"unas veces atacan el principio mismo del gobierno, para reemplazar la constitución existente por otra (...) Otras, a lo que aspiran los revolucionarios vencedores es a gobernar personalmente, observando la constitución".
Esto es frecuente en las oligarquías y en las monarquías. Pero.
"la desigualdad es siempre, lo repito, la causa de las revoluciones, cuando no tienen ninguna compensación los que son víctimas de ella. Un reinado perpetuo entre iguales es una desigualdad insoportable; y en general puede decirse que las revoluciones se hacen para con quistar la igualdad".
Esta igualdad puede ser respecto al número ("igualdad o identidad en masa, en extensión"), o respecto al mérito (igualdad proporcional)
"Lo más prudente es combinar la igualdad relativa al número con la igualdad relativa al mérito. Sea lo que fuere, la democracia es más estable y está menos sujeta a trastornos que la oligarquía. En los gobiernos oligárquicos la insurrección puede nacer de dos puntos, según que la minoría oligárquica se insurreccione contra sí misma o contra el pueblo; en las democracias sólo tiene que combatir a la minoría oligárquica. El pueblo no se insurrecciona jamás contra sí propio, o, por lo menos, los movimientos de este género no tienen importancia. La república en que domina la clase media, y que se acerca más a la democracia que a la oligarquía, es también el más estable de todos los gobiernos."
Todas estas apreciaciones de carácter general, sirven de introducción a una detallada exposición de las que considera causas más frecuentes de las revoluciones.
La primera, la ya indicada voluntad de igualdad (democracia) o de desigualdad (oligarquía). Pero también existen otras: alcanzar fortuna y honores, o evitar la oscuridad y la miseria, el insulto, el miedo, la superioridad, el desprecio, el acrecentamiento desproporcionado de algunas partes de la ciudad, la negligencia, las cábalas, la diversidad de origen y otras menos perceptibles.
"Pero el más poderoso motivo de desacuerdo -dice- nace cuando están la virtud de una parte y el vicio de otra; la riqueza y la pobreza vienen después; y por último vienen todas las demás causas".
Otras veces se producen por problemas pequeños que, cuan do afectan a los dirigentes políticos, adquieren mayor gravedad, como las cuestiones matrimoniales. En otras ocasiones,
"todos los que han adquirido para su patria algún nuevo poder, sean particulares o magistrados, tribus u otra parte de la ciudad, cualquiera que ella sea, son para el Estado un foco perenne de sedición. O se rebelan los demás contra ellos por la envidia que tienen de su gloria; o ellos, enorgullecidos con sus triunfos, intentan destruir la igualdad de fuerzas entre las partes del Estado, que parecen entre sí enemigas; por ejemplo, entre los ricos y los pobres, cuando no hay entre ellos una clase media, o es poco numerosa la que hay".
Los principales procedimientos que se utilizan en las revoluciones son la violencia y la astucia.
A continuación, el filósofo se adentra en el análisis de los caracteres que adquieren las revoluciones según las distintas formas de gobierno: