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No fue hasta el siglo 19 que el conflicto entre los defensores de la ciencia y los de la Biblia comenzó a tomar fuerza. La mayoría de la agresión fue protagonizada (o pareciera ser que la mayor parte de la publicidad fue ganada) por los científicos.
La controversial publicación en 1859 de El origen de la especies, de Charles Darwin, fue un evento que marcó un hito en el ámbito científico y filosófico. No obstante, Darwin era un hombre callado por naturaleza. Pero su amigo Thomas Huxley era mucho más locuaz y extrovertido. Se le llegó a conocer como “el bulldog de Darwin” por su agresivo grito de guerra cuando presentaba el caso de la evolución. Fue Huxley quien acuñó el término “agnóstico”.
No todos los científicos de esa era rechazaron la Biblia. Algunos de ellos, y quienes nos legaron destacados logros científicos, eran creyentes de la Biblia. Uno de ellos fue Joseph Lister, quien descubrió el rol de los gérmenes en las enfermedades y fue pionero en el campo de la cirugía estéril y antiséptica (el enjuague bucal Listerine fue nombrado en honor a él). Otro de ellos fue Louis Pasteur, quien inventó el proceso de la pasteurización de la leche y del vino para prevenir que se descompusieran. Él también fue pionero de las vacunas para la prevención de enfermedades.
A partir de la última parte del siglo 20 y a comienzos del siglo 21, las escaramuzas en la guerra entre la ciencia y la religión siguieron escalando. Y desde principios de la década de 1990, la controversia del diseño inteligente ha atraído la atención de muchos científicos y teólogos.
El profesor matemático y físico (ya jubilado) de la Universidad de Cambridge, John Polkinghorne, dice: “En este momento, el mundo biológico, particularmente aquellos miembros que trabajan con moléculas más que con organismos, demuestra una notable hostilidad hacia la religión, al menos en los escritos ofrecidos al público educado en general” (Belief in God in an Age of Science [La creencia en Dios en la era de la ciencia], 1998, p. 78, énfasis añadido en todo el artículo).
El término “blasfemia” generalmente puede ser definido como una “irreverencia desafiante.” Nosotros aplicaríamos el término a pecados tales como maldecir a Dios, o degradar deliberadamente las cosas concernientes a Dios. También lo es atribuir algún mal a Dios, o negar algún bien que deberíamos atribuirle a Él. Sin embargo, este caso de blasfemia, es uno específico, llamado “la blasfemia contra el Espíritu Santo”
si lees hay un poco te daras cuenta en que responder. :)