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¡A nadar, peces! del escritor, costumbrista, tradicionalista, periodista y político peruano Ricardo Palma, trata sobre un un sacerdote ya viejo, conocido en el pueblo con el mote del padre Carapulcra, apodo que le fue dado debido a los estragos que en su rostro hiciera la viruela.
El padre Carapulcra, gozaba de una reputación como hombre de sagacísimo ingenio, y a él se arrogan muchos refranes populares y dichos picantes, guardaba en su celda enterrados en un rincón, cinco mil pesos en onzas de oro y le confesó a otro díscipulo más joven que los tenía, éste le propuso un negocio y lo estafó, cuando el padre Carapulcra se entera y sólo encuentra en el negocio la existencia de una garrafa con peces, en un arrebato de rabia agarró la garrafa y la arrojó a la acequia diciendo: -¡A nadar, peces!, de allí el origen de la frase.