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mira, en Europa había, a principios del siglo 19, dos tipos de monarquía:
a)Absoluta. El monarca lo era todo: jefe de gobierno, legislador y
cabeza del poder judicial. Su autoridad provenía, supuestamente, de Dios
(“derecho divino de los reyes”).
b)Constitucional. Aún existe (España, Reino Unido, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Noruega). “El Rey reina pero no gobierna”, según la expresión de Adolphe Thiers, quien fuera Primer Ministro de Francia. La soberanía nacional reside en el Parlamento, que elige un presidente de gobierno y debe ajustarse a los límites fijados por una Constitución nacional. La justicia es independiente. El Rey (o la Reina) tiene, con todo, una función importante: aunque no a título propio, sino expresando la voluntad del gobierno, representa a la nación en determinadas relaciones internacionales. San Martín quería, para el Perú, una monarquía constitucional. El Rey debía jurar la Constitución que se dieran los peruanos; el gobierno sería ejercido por quien designara el Congreso; y la justicia sería independiente. Si consideraba importante la figura de un Rey –y deseaba que fuera europeo— era porque eso podía operar como disuasivo de cualquier intento de reconquistar estos territorios. En 1821, los pueblos de América del Sur se habían autoproclamado independientes, pero su existencia no era reconocida por ninguna nación de la Tierra. Como se explica en el libro, Fernando VII, con el apoyo de la Santa Alianza –promotora de las monarquías absolutas—tenía el propósito de recuperar América. San Martín pensaba, con razón, que ese propósito se vería frenado por la existencia de un Rey europeo en Perú, centro del imperio hispanoamericano. No se propuso pedir a ningún país que designara un monarca, sino que ordenó hacer una oferta –a título individual— a un noble europeo, quien debería someterse a la Constitución peruana. El Rey, como en toda monarquía constitucional, no ejercería el gobierno. Si se llama República a un sistema como el de Estados Unidos –más correctamente llamado presidencialista- San Martín no propició la adopción de la Constitución norteamericana. Si se llama República a una sistema que respete la libertad y la voluntad popular, San Martín defendía esos valores. Su testamento político, al retirarse del Perú, dice: “Mis promesas para con los pueblos en los que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos”
b)Constitucional. Aún existe (España, Reino Unido, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Noruega). “El Rey reina pero no gobierna”, según la expresión de Adolphe Thiers, quien fuera Primer Ministro de Francia. La soberanía nacional reside en el Parlamento, que elige un presidente de gobierno y debe ajustarse a los límites fijados por una Constitución nacional. La justicia es independiente. El Rey (o la Reina) tiene, con todo, una función importante: aunque no a título propio, sino expresando la voluntad del gobierno, representa a la nación en determinadas relaciones internacionales. San Martín quería, para el Perú, una monarquía constitucional. El Rey debía jurar la Constitución que se dieran los peruanos; el gobierno sería ejercido por quien designara el Congreso; y la justicia sería independiente. Si consideraba importante la figura de un Rey –y deseaba que fuera europeo— era porque eso podía operar como disuasivo de cualquier intento de reconquistar estos territorios. En 1821, los pueblos de América del Sur se habían autoproclamado independientes, pero su existencia no era reconocida por ninguna nación de la Tierra. Como se explica en el libro, Fernando VII, con el apoyo de la Santa Alianza –promotora de las monarquías absolutas—tenía el propósito de recuperar América. San Martín pensaba, con razón, que ese propósito se vería frenado por la existencia de un Rey europeo en Perú, centro del imperio hispanoamericano. No se propuso pedir a ningún país que designara un monarca, sino que ordenó hacer una oferta –a título individual— a un noble europeo, quien debería someterse a la Constitución peruana. El Rey, como en toda monarquía constitucional, no ejercería el gobierno. Si se llama República a un sistema como el de Estados Unidos –más correctamente llamado presidencialista- San Martín no propició la adopción de la Constitución norteamericana. Si se llama República a una sistema que respete la libertad y la voluntad popular, San Martín defendía esos valores. Su testamento político, al retirarse del Perú, dice: “Mis promesas para con los pueblos en los que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos”
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