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Capítulo 27: Se vistieron el cura, el barbero y Sancho con ropa apropiada para ir a buscar a Don Quijote y contarle que dulcinea le enviaba un mensaje hablado en el cual requería su presencia ante ella. Sancho fue a buscar a Don Quijote mientras el cura y el barbero les esperaban.
Mientras estaban esperando noticias de Sancho y Don Quijote escucharon como Cardenio se acercaba a ellos y al ver que el cura y el barbero conocían el principio de su historia decidió contársela de nuevo hasta el final, que dice así:
Repitió la historia hasta que comenzó a decir que Don Fernando había separado de Luscinda al pobre de Cardenio, al poco tiempo recibió una carta de Luscinda en la cual decía que su padre había acordado con Don Fernando el próximo casamiento de Luscinda con este. Al oír esto Cardenio se apresuro en irse junto a su amada para hablar con ella antes de la boda. Luscinda acordó que si no conseguía anular la boda antes de "sí quiero" se mataría con una daga que llegaba escondida. Cuando Cardenio aprecio como su amada pronunciaba el "sí quiero" sin hacer nada para evitarlo decidió refugiarse en esos montes para allí pasar el resto de su vida.
Cuando Cardenio acabo de contar esto se oyó una voz que lloraba también penas de amores.
Respuesta:
No le pareció mal al barbero la invención del cura, sino tan bien, que luego la
pusieron por obra. Pidiéronle a la ventera una saya y unas tocas, dejándole en
prendas una sotana nueva del cura. El barbero hizo una gran barba de una
cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el peine.
Preguntóles la ventera que para qué le pedían aquellas cosas. El cura le contó
en breves razones la locura de don Quijote, y cómo convenía aquel disfraz
para sacarle de la montaña, donde a la sazón estaba. Cayeron luego el ventero
y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del
manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado,
sin callar lo que tanto callaba Sancho. En resolución, la ventera vistió al cura
de modo que no había más que ver: púsole una saya de paño, llena de fajas de
terciopelo negro de un palmo en ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños
de terciopelo verde, guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se
debieron de hacer, ellos y la saya, en tiempo del rey Wamba. No consintió el
cura que le tocasen, sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado
que llevaba para dormir de noche, y ciñóse por la frente una liga de tafetán
negro, y con otra liga hizo un antifaz, con que se cubrió muy bien las barbas
y el rostro; encasquetóse su sombrero, que era tan grande que le podía servir
de quitasol, y, cubriéndose su herreruelo, subió en su mula a mujeriegas, y el
barbero en la suya, con su barba que le llegaba a la cintura, entre roja y
blanca, como aquella que, como se ha dicho, era hecha de la cola de un buey
barroso.
Explicación: