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1
Vio a la Reina de los Cielos, la Madre de Dios, luciendo una preciosa y radiante corona sobre su cabeza, con su cabello extraordinariamente bello suelto sobre sus hombros, una túnica dorada con destellos de un brillo indescriptible y un manto del azul de un cielo claro y calmo. Estando la esposa colmada de maravilla ante esta amorosa visión y manteniéndose en su encantamiento como sobrecogida de gozo interior, se le apareció el bendito San Juan Bautista y le dijo:
"Presta mucha atención a lo que todo esto significa.
La corona representa que ella es la Reina, Señora y Madre del Rey de los ángeles.
Su cabello suelto indica que ella es una virgen pura e inmaculada.
El manto del color del cielo quiere decir que ella está muerta a todo lo temporal.
La túnica dorada significa que ella estuvo ardiente e inflamada en el amor a Dios, tanto internamente como en el exterior.
Su Hijo le colocó siete lirios en su corona y, entre los lirios, siete piedras preciosas.
El primer lirio es su humildad;
el segundo, el temor;
el tercero, la obediencia;
el cuarto, la paciencia;
el quinto, la firmeza;
el sexto, la mansedumbre, pues Ella amablemente da a todo el que le pide;
el séptimo es su misericordia en las necesidades, pues en cualquier necesidad que se encuentre un ser humano, si la invoca con todo su corazón, será rescatado.
Entre estos lirios resplandecientes, su Hijo colocó siete piedras preciosas.
La primera es su extraordinaria virtud, pues no existe virtud en ningún otro espíritu ni en ningún otro cuerpo que ella no posea con mayor excelencia.
La segunda piedra preciosa es su perfecta pureza, pues la Reina de los Cielos es tan pura que ni una sola mancha o pecado se ha encontrado nunca en ella desde el principio, cuando vino al mundo por primera vez, hasta el día final de su muerte. Todos los demonios no podrían encontrar en ella ni la mínima impureza que cupiese en la cabeza de un alfiler. Ella fue verdaderamente pura, pues El Rey de la gloria no podía haber estado sino en la más pura y limpia, en el vaso más selecto entre los seres humanos.
La tercera piedra preciosa fue su hermosura, para que Dios sea constantemente alabado por la belleza de su Madre. Su hermosura llena de gozo a los santos ángeles y a todas las almas santas.
La cuarta piedra preciosa de la corona de la Virgen Madre es su sabiduría, pues Ella fue colmada con toda la divina sabiduría en Dios y, gracias a ella, toda la sabiduría se completa y perfecciona.
La quinta piedra es su poder, pues Ella es tan poderosa ante Dios que puede aplastar cualquier cosa que haya sido hecha o creada.
La sexta piedra preciosa es su radiante claridad, pues ella resplandece tan clara que aún arroja luz sobre los ángeles, cuyos ojos brillan más claros que la luz, y los demonios no se atreven ni a mirar el brillo de su claridad.
La séptima piedra preciosa es la plenitud de todo deleite y dulzura espiritual, porque su plenitud es tal que no hay gozo que ella no incremente ni deleite que no se haga más pleno y perfecto por ella y por la bendita visión de ella, pues está llena y repleta de gracia, más que todos los santos. Ella es el vaso puro en el que descansa el pan de los ángeles y en el que se encuentra toda dulzura y belleza. Estas son las siete piedras preciosas que colocó su Hijo entre los siete lirios de su corona. Por ello, como esposa de su Hijo, dale honra y alábala con todo tu corazón ¡Ella es verdaderamente digna de todo honor y alabanza!"
"Presta mucha atención a lo que todo esto significa.
La corona representa que ella es la Reina, Señora y Madre del Rey de los ángeles.
Su cabello suelto indica que ella es una virgen pura e inmaculada.
El manto del color del cielo quiere decir que ella está muerta a todo lo temporal.
La túnica dorada significa que ella estuvo ardiente e inflamada en el amor a Dios, tanto internamente como en el exterior.
Su Hijo le colocó siete lirios en su corona y, entre los lirios, siete piedras preciosas.
El primer lirio es su humildad;
el segundo, el temor;
el tercero, la obediencia;
el cuarto, la paciencia;
el quinto, la firmeza;
el sexto, la mansedumbre, pues Ella amablemente da a todo el que le pide;
el séptimo es su misericordia en las necesidades, pues en cualquier necesidad que se encuentre un ser humano, si la invoca con todo su corazón, será rescatado.
Entre estos lirios resplandecientes, su Hijo colocó siete piedras preciosas.
La primera es su extraordinaria virtud, pues no existe virtud en ningún otro espíritu ni en ningún otro cuerpo que ella no posea con mayor excelencia.
La segunda piedra preciosa es su perfecta pureza, pues la Reina de los Cielos es tan pura que ni una sola mancha o pecado se ha encontrado nunca en ella desde el principio, cuando vino al mundo por primera vez, hasta el día final de su muerte. Todos los demonios no podrían encontrar en ella ni la mínima impureza que cupiese en la cabeza de un alfiler. Ella fue verdaderamente pura, pues El Rey de la gloria no podía haber estado sino en la más pura y limpia, en el vaso más selecto entre los seres humanos.
La tercera piedra preciosa fue su hermosura, para que Dios sea constantemente alabado por la belleza de su Madre. Su hermosura llena de gozo a los santos ángeles y a todas las almas santas.
La cuarta piedra preciosa de la corona de la Virgen Madre es su sabiduría, pues Ella fue colmada con toda la divina sabiduría en Dios y, gracias a ella, toda la sabiduría se completa y perfecciona.
La quinta piedra es su poder, pues Ella es tan poderosa ante Dios que puede aplastar cualquier cosa que haya sido hecha o creada.
La sexta piedra preciosa es su radiante claridad, pues ella resplandece tan clara que aún arroja luz sobre los ángeles, cuyos ojos brillan más claros que la luz, y los demonios no se atreven ni a mirar el brillo de su claridad.
La séptima piedra preciosa es la plenitud de todo deleite y dulzura espiritual, porque su plenitud es tal que no hay gozo que ella no incremente ni deleite que no se haga más pleno y perfecto por ella y por la bendita visión de ella, pues está llena y repleta de gracia, más que todos los santos. Ella es el vaso puro en el que descansa el pan de los ángeles y en el que se encuentra toda dulzura y belleza. Estas son las siete piedras preciosas que colocó su Hijo entre los siete lirios de su corona. Por ello, como esposa de su Hijo, dale honra y alábala con todo tu corazón ¡Ella es verdaderamente digna de todo honor y alabanza!"
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