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Desde épocas preincaicas, la corteza del árbol de la quina se usaba para tratar infecciones, inflamaciones, fiebres y dolores. Cuando los españoles llegaron al Perú, se dieron cuenta de los beneficios de este árbol, y usaban la corteza para curarse de fiebres y picaduras. Cuenta la historia que en 1638 la condesa de Chinchón, esposa del Virrey del Perú estaba muy enferma conmalaria y que al tratarse con quina, se curó, por lo que se convirtió en una de sus más fervientes admiradoras, siendo ella misma quien la repartía entre los enfermos con malaria. Luego, fueron los jesuitas quienes repartían este medicamento natural en polvo. El llamado “polvo del cardenal” para curar los males era suministrado alrededor de todo un ritual, en el que el paciente tenía que asegurar que tenía fe en su pronta recuperación.
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