Respuestas
El Perú está bendecido con todos los recursos naturales inimaginables, veamos:
1. Minerales metálicos y no metálicos de una amplia gama que solo explotamos en una reducida proporción.
2. Petróleo y gas, además de un gran potencial para producir etanol en la selva.
3. Un inmenso potencial para el desarrollo de recursos forestales en la sierra y la selva.
4. Recursos hídricos abundantes. Somos uno de los países con más agua del mundo, pero no sabemos aprovecharla.
5. Recursos ictiológicos abundantes y variados en nuestro mar, cochas y ríos selváticos.
6. Las mejores frutas, hortalizas y granos del mundo, que ahora conquistan aceleradamente los mercados globales.
7. Conocimientos tradicionales, recursos genéticos y biodiversidad, siendo uno de los centros mundiales de origen de la agricultura y la ganadería, con un gran potencial para el desarrollo de la biotecnología y de la ingeniería genética.
Dada esta oferta de la naturaleza, sería de suponer que el Perú habría basado su desarrollo en la explotación racional de sus recursos, como lo han hecho, en gran medida, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Noruega. Pero, paradójicamente, nuestra sociedad ha pasado por largos períodos en que le dimos la espalda a este potencial. Por ejemplo en los años 60, 70 y 80 se prohibieron las inversiones privadas en el campo, en la minería y en la pesca. Después se maltrató a las exportaciones tradicionales con el inefable dólar MUC. Más recientemente han proliferado movimientos regionales financiados por ONGs europeas y americanas que con agendas políticas y la exacción dinero de los inversores, manipulan a poblaciones empobrecidas, llegando si es necesario a la violencia y a formas de acción profundamente antidemocráticas.
Es irracional que el Perú no base su desarrollo en la explotación racional de sus recursos, máxime si una multiplicación de dichas inversiones puede además generar recursos fiscales que nos permitan, en pocos años, cerrar las brechas sociales y económicas generadas en las décadas perdidas de los 60, 70 y 80, como, por ejemplo en educación, salud, infraestructuras, reducción de la pobreza y en ciencia y tecnología.
Los argumentos que se usan para evitar la inversión en nuestros recursos naturales se basan en los temas ambientales y sociales, curiosamente justo cuando el avance de la sociedad global, la súper vigilancia del éter de internet, las buenas prácticas de las empresas globales especializadas en la explotación de recursos naturales y sus códigos de ética, y los avances en responsabilidad social empresarial entre otros, establecen las mejores condiciones posibles para su explotación.
Otro argumento usado especialmente para el caso de la minería es el del modelo primario exportador, contradicho por la realidad, pues, entre otros indicadores, nuestro ciclo exportador ha permitido el desarrollo de una industria cuatro veces mayor que la de hace 20 años, que contribuye con el 14.8% del PBI, una industria que es competitiva y a su vez exportadora; mientras los sectores primarios aportan solo el 15.2% del producto.
También se dice, en el caso minero, que corremos el riesgo de la caída de precios de exportación. Ese argumento podría ser eficaz para países que explotan sus recursos al máximo o cerca del máximo de su potencial, pero en el caso del Perú, en el que podemos multiplicar el quantum de nuestra producción, es evidente pues que con volumen podríamos compensar precio, generando más riqueza. Por ejemplo, podríamos producir cuatro veces más cobre que lo que producimos hoy.
Una evaluación seria de nuestras posibilidades debiera llevarnos a los peruanos a convertirnos en promotores de la explotación racional de nuestros recursos naturales. Debemos adoptar como Australia, Nueva Zelanda, Noruega, Canadá, y otros, un modelo de desarrollo que podríamos llamar Desarrollo Impulsado por Recursos (DIR), - (Resources Driven Country, como se le conoce en la literatura internacional).
El Perú tiene hoy la más nítida posibilidad de hacer un gran avance hacia la prosperidad y el bienestar general, tanto por la base de desarrollo que ya hemos logrado, como por la posibilidad que tenemos de movilizar la inversión privada hacia la explotación racional de nuestros ingentes recursos naturales. Esto no es ideología ni política, es un deber moral con nuestros pueblos.