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Estos días de atrás cuando hizo tantísimo frío no se veían más que cosechas y cosechas destruidas del hielo por toda la carretera litoral de Barcelona hasta Tortosa Murieron inclusive muchos árboles frutales y naranjos y olivos Hasta
viejos olivos ya árboles grandes padres se llegaron a helar como los débiles geranios La cosecha de flores arrasada se lamentaba por sus flores los campesinos del Penedés de la Plana de Reus del campo de Tarragona Sobrevivían los pinos marítimos bajo el cielo de acero contra vientos glaciales que entraban de la mar a mediodía los arbustos bravíos agitando sus melenas verdioscuras entre los blancos peñascales hacia las faldas del Montsant
Así es que al no ver a nadie en el sitio echan una mirada en derredor cuando de pronto ahí mismo al otro lado de la carretera el hombrecín Allí junto se había agazapado en una especie de cobijo como una garita de tierra que hacía de terraplén y quieto allí sin decir nada las manos así puestas sobre un cacho de fuego que se había organizado con cuatro palitroques y un puñado de pasto y hojas secas. Con que acuden a él y le hablan esas preguntas que se hacen sobre qué había pasado si estaba herido a lo mejor si notaba alguna cosa Y él no lo miraba si quiera ni levantar los ojos de la lumbre no hizo más que mover levemente la cabeza en sentido negativo
Rafael Sánchez
AYUDENME POR FAVOR PLIS
Respuestas
Respuesta:
Estos días de atrás, cuando hizo tantísimo frío, no se veían más que cosechas y
cosechas destruidas del hielo, por toda la carretera litoral de Barcelona hasta
Tortosa. Murieron inclusive muchos árboles frutales, y naranjos, y olivos. Hasta
viejos olivos, ya árboles grandes, padres, se llegaron a helar, como los débiles
geranios. La cosecha de flores, arrasada. Se lamentaban por sus flores los
campesinos del Penedés, de la Plana de Reus, del campo de Tarragona.
Sobreviviían los pinos marítimos bajo el cielo de acero, contra vientos glaciales que
entraban de la mar a mediodía: los arbustos bravíos, agitando sus melenas
verdioscuras entre los blancos peñascales, hacia las faldas del Montsant.
(...)
Así es que al no ver a nadie en el sitio, echan una mirada en derredor, cuando de
pronto, ahí mismo, al otro lado de la carretera: el hombrecín. Allí junto se había
agazapado, en una especid de cobijo, como una garita de tierra, que hacía de
terraplén; y quieto allí, sin decir nada, las manos así puestas sobre un cacho de
fuego que se había organizado con cuatro palitroques y un puñado de pasto y hojas
secas. Conque acuden a él y le hablan, esas preguntas que se hacen, sobre qué
había pasado, si estaba herido a lo mejor, si notaba alguna cosa. Y él no lo miraba
si quiera, ni levantar los ojos de la lumbre; no hizo más que mover levemente la
cabeza en sentido negativo.
Explicación: