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Él pongo un hombrecito de baja estatura, de manos muy pequeña, sus ropas viejas, y de carácter débil. Él pongo se presentó en el patio de la casa-hacienda, donde el patrón le dijo por lo menos sabrás lavar, para algo te servirán estás manos. Él patrón ordenó al capataz de la hacienda, diciendo llévate está inmundicia de aquí. Así fue como el pongo entraría en casa del patrón. Él pongo casi nunca hablaba, Hablaba en cuanto se lo daba una orden, y decía, si papacito, si mamacita, y hacía muy bien las cosas que se le ordenaba. Él patrón martirizaba al pongo cuando todos los sirvientes se reunían por las noches a rezar el ave maría. Le hacía poner en forma de perro, inclinado de cuatro patas, y le decía tu eres perro, ladra, él pongo ladraba imitando el ladrido de un perro.
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