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Cualquier microorganismo que sea capaz de causar enfermedad en un organismo hospedador se denomina patógeno. Este artículo se limita a los patógenos microbianos humanos, aunque los patógenos de plantas y animales también están muy extendidos en la naturaleza. Cuando un microorganismo patógeno (bacteria, virus o parásito protozoario) infecta el cuerpo humano, se produce una batalla entre los sistemas inmunitarios innato y adaptativo del hospedador y los diversos mecanismos y factores de virulencia del patógeno. El resultado de esta batalla determina si el hospedador sobrevive y se recupera, y de qué manera. La recuperación completa implica la consecución de una homeostasis fisiológica (e inmunológica) en el hospedador, y el tiempo que esto tome dependerá de la naturaleza y la gravedad de la infección y de si ha habido alguna intervención profiláctica o terapéutica. Muchos patógenos están provistos de mecanismos de evasión inmunitaria para lograr la invasión de la célula del hospedador y su colonización, aunque también pueden utilizar con éxitos a las células de éste para acceder a los tejidos diana.
Este artículo presenta una selección de las estrategias de virulencia y de evasión inmunitaria. Entre estas últimas encontramos: (1) esconderse del sistema inmunitario (por ejemplo, dentro de las células); (2) interferir con su función (por ejemplo, señales de bloqueo) o (3) destruir algunos de sus elementos (por ejemplo, las estructuras que presentan antígenos microbianos a efectores inmunitarios para iniciar una respuesta). La virulencia generalmente implica el uso de diversos mecanismos para destruir o causar el mal funcionamiento de las células del hospedador, aunque este último también puede emplear estrategias de defensa en respuesta. Una descripción más detallada de los diversos mecanismos empleados por microorganismos específicos puede encontrarse en otras entradas de Inmunología en un mordisco.