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El tuteo.
Una vez, una profesora muy querida, como es usual, me regañó: "Deje de escribir con tuteos, ¿usted tutea? No, ¿verdad? Entonces deje de hacer tutear a sus personajes".
Medité mucho al respecto. Ya en otras ocasiones me había enfrentado al uso o no uso del tuteo en la producción artística. Una amiga me señaló que le agradaba que el cantante nacional Balerom utilizara el ustedeo en sus canciones. Así mismo, algunos amigos me habían señalado que les gustaba que, por ejemplo, en un texto dedicado a la pareja se tratara al destinatario de usted, no de tu o de vos. Mi problema, o el problema que me parecía intuir en aquel entonces, era que yo no podía concebir un texto en el que se utilizara el usted. Al menos un texto narrativo, o dedicado a la pareja, pues en la escritura con fines comunicativos directos, como el correo, el chat o los mensajes de celular, es claro que se utiliza la misma forma en que se suele tratar a la persona cara a cara. El caso es que, al escribir un cuento, se me hacía incomodísimo poner el usted en boca de un personaje. Pasé mucho tiempo pensando por qué me pasaba esto. En realidad fue poco tiempo, porque la respuesta saltó a la vista casi al momento: la televisión. ¿Qué tiene que ver con esto el archifamoso aparatito? Simple: durante toda mi infancia, y durante toda mi adolescencia, y durante gran parte de la etapa que vivo ahora, que la verdad, no sé cómo se llama, he consumido programas de televisión traducidos, subtitulados o producidos en México. La mayoría de películas, series de televisión y animados son traducidos para Latinoamérica en ese país, donde es un hecho que predomina el tuteo como forma de tratamiento. Así mismo, programas que forman parte de mi vida diaria, como El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado, son producidos ahí mismo. En fin, el tuteo ha sido la forma de tratamiento que se me ha mostrado como propia de la experiencia estética. De ahí que me sea tan difícil imaginar un diálogo escrito con puros "usted".
Me parece que el asunto es grave por una sencilla razón: yo NUNCA tuteo. Voseo mucho, sobre todo con las mujeres y con personas muy queridas y cercanas, pero el tu nunca está en mi boca. Utilizar esa forma en mis textos es negar mi cultura, mi ser mismo, mi identidad, la forma en que hablo, en que exteriorizo mi pensamiento. No debe ser, pero sin embargo, son años con la tele a cuestas, y por eso me es muy difícil cambiar al respecto. No me he rendido, lucho, cada vez que escribo, contra la tentación de homogenizar mis mundos narrativos y poéticos con el mundo de la tele, de la tele mexicana, de la tele que se ha metido tanto dentro de mí como para no permitirme imaginar otra forma de hablar que la suya, aún a despecho de la de mi entorno.
Los mexicanos no tienen culpa alguna. Ellos traducen, subtitulan y producen utilizando su propia jerga, sus formas de tratamiento y demás, porque así es como debe ser. Resulta irónico, pero para dejar de escribir como hablan los mexicanos, debería yo aprender de ellos, que sí escriben respetando sus propias maneras.