La fuerza de la inteligencia aumenta con la salud del cuerpo cuando el cuerpo está enfermo la mente es incapaz de
Respuestas
Contamos con auténticos cerebros repartidos por el cuerpo, como el sistema inmunitario, el cerebro neuroentérico y el corazón.
Vivimos un tiempo que genera más preguntas que respuestas. La ciencia lleva más de cien años haciéndose la misma pregunta: ¿Qué es la mente? ¿Cómo funciona su conexión al cuerpo? ¿De dónde nace la consciencia? Y todavía hoy son más los campos por descubrir y estudiar que el territorio conquistado.
A cada paso y pequeño hallazgo, aparecen nuevos horizontes insospechados que amplían todavía más el terreno por explorar. Todo parece indicar que las huellas de la evolución están en nosotros y se expresan en la mente, el cerebro y el cuerpo como unidades vibracionales de consciencia.
El cerebro dirige la sensibilidad y la percepción corporal. También maneja emociones, pensamientos y experiencias. Sin embargo esta es la cúspide momentánea de un camino de evolución que arranca de muy atrás.
Le invito al siguiente ejercicio: juegue por un momento a abrir su mano y prestar atención a la palma. Hágalo ahora, por favor. Disfrute ese momento con curiosidad y apertura, durante unos cuantos segundos. Y respóndase a la pregunta: ¿Qué es lo que siento?
Las posibles respuestas podrían ser algo así como "calor", "un cosquilleo", "una vibración", "el latido del corazón en la palma de la mano"... y otras por el estilo. Este ejercicio permite comprender, de forma rápida y sencilla, cómo el hecho de centrar y dirigir la atención a una parte del cuerpo constituye un tipo de experiencia.
El lector puede jugar a llevar ahora su atención a las plantas de los pies, a la cara, al pecho... y recibirá sensaciones y percepciones de la parte escogida. Profundizando con mayor detalle veríamos cómo el calor se corresponde con una pequeña vasodilatación, la activación del sistema nervioso vegetativo y un incremento de sensibilidad.
Hasta allí acuden más células del sistema inmune y sus citocinas, más hormonas y moléculas. Y todo eso, simplemente, concentrando la atención en el mundo interior. Lo que hemos hecho es utilizar de forma consciente y voluntaria una parte de nuestro cerebro que permite afinar la percepción en la palma de la mano.
También podemos afinar el oído, el olfato, el tacto en una caricia, o profundizar en el sentido de unas palabras dichas o escritas con intención. En esas situaciones ponemos, mediante mente y cerebro, la atención, intención, sensibilidad y emoción sobre una determinada parte del cuerpo. Ya sea eso de forma consciente o inconsciente.
LOS REINOS DE LA VIDA
La naturaleza se manifiesta induciendo cambios en su propio seno. A lo largo del proceso evolutivo, los diferentes reinos de la naturaleza han ido dándose la mano en una secuencia progresiva de refinamiento y desarrollo. Y en su evolución, todavía hoy nuestro organismo sigue resonando con los reinos mineral, vegetal y animal. El reino mineral incorporado en el organismo humano es manejado por las glándulas suprarrenales que metabolizan el agua y los minerales.
La tierra diluida en esa sopa original que habita en los tejidos en forma de matriz extracelular recrea las condiciones del agua de mar en el seno de la materia viva. Somos esencialmente agua, junto a los minerales disueltos que nos componen y permiten la función de los tejidos cobrando vida en ellos.
El sodio, el potasio y el cloro forman sales en los líquidos corporales. El calcio y el fósforo conforman los huesos y dan soporte a la estructura corporal. Diversos minerales se hallan en ácidos y bases, en el ácido clorhídrico del estómago, en la hemoglobina, en las hormonas tiroideas o en los huesos y los dientes.
Estos representantes del reino mineral que habitan en nosotros cobran vida a través de la generación de corrientes iónicas y cargas electromagnéticas que se traducen en una primera onda de inteligencia. Un cerebro mineral primigenio, punto de partida de miles de millones de años de evolución. Piedras y minerales no escapan a las leyes inmutables de la vida: el desarrollo y el aprendizaje, el cambio permanente y la progresión hacia nuevas y más altas metas que alcanzar.
El reino vegetal es un prodigio de creatividad. La reproducción y la energía vegetativa serán incorporadas en la faceta reproductiva animal. En el cuerpo humano hallamos la sagrada región del sacro y la caverna uterina de la vida, donde aparece el milagro del hijo, el misterio de una primera fusión de la que brotan la sangre y la carne.
La materia fecundada a través de la danza nupcial y el ritual del amor. Un reino vegetal que, pleno de sensibilidad e inteligencia, no necesita todavía una estructura orgánica superior para mostrarse en todo su esplendor. Será el reino animal y la necesidad de anticipar el movimiento lo que dará lugar a un primer cerebro infradiafragmático, latente en el plexo solar, lugar de fusión de los tres primeros reinos de la naturaleza.