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1. Estar preparado
“Para resolver un conflicto es necesario negociar. Además hay que tener claro que los problemas no tienen una única solución y que la única solución posible no tiene por qué ser la nuestra”, señala la técnico en AFA. Así, se presentan diferentes alternativas para escoger la solución más adecuada entre las partes.
2. Manejar las emociones
Aunque se tenga pensado lo que se va a hacer o decir ante un conflicto, llegado el momento, las emociones pueden superar a la persona. Manejando las emociones, se transmite este autocontrol al resto de miembros de la familia. “Así, es mucho más fácil la comunicación, aprender a escuchar y a ser flexible y terminar, si es posible, con acuerdos claros. La educación emocional empieza en casa y es una herramienta básica para afrontar con tranquilidad una discusión familiar”, afirma la pedagoga.
3. Pensar cómo lo vamos a solucionar
Una habitación desordenada, pasear al perro, poner o quitar la mesa, qué se ve en la televisión y otros motivos, son habituales causas de una riña familiar. “Hay que tener pensado antes de que entren en juego las emociones, cómo lo vamos a solucionar. Si no se tiene claro qué hay que hacer ni se ha explicado qué consecuencias va a haber, es complicado que se resuelva bien”, apunta de la Torre. Es importante haber negociado previamente con los familiares una serie de pautas que ayudarán a la resolución del conflicto sin acabar a gritos.
4. Yo gano-tú ganas/ yo pierdo-tú pierdes
“Si no se tiene claro que las dos partes involucradas tendrán que ganar y perder en igual medida, quedarán flecos, resentimientos o reproches”, explica la experta. Hay que tener claro que solo hay una forma de resolver los conflictos: positivamente. Por esta razón, identificar intereses comunes ayuda a poder encontrar una solución que beneficie a las partes involucradas.
5. Sacar el lado positivo
Hay que ser capaces de ver un conflicto como una herramienta y oportunidad para mejorar las relaciones entre los familiares, ya que “es conveniente no dejar de resolver ningún conflicto. Eso sí, de la manera adecuada, de forma positiva”, según de la Torre. Que no se observen conflictos no es síntoma de una familia ajustada o equilibrada. De hecho, la experta señala que “puede indicar un problema de fondo relacionado con una comunicación familiar deficiente, provocando que algunos miembros eviten hablar por ahorrarse las discusiones y retardando la resolución del problema”.
Porque es inevitable que se produzcan disputas dentro de un ambiente de familia, saber resolverlas puede reforzar los lazos familiares.