¿Como influyó la segunda Guerra mundial en la República liberal de Colombia? ​

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Respuesta dada por: Anónimo
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Explicación:

Entre otras muchas cosas que sucedieron durante los años de la segunda Guerra Mundial, se dio un viraje importante en la tradicional política exterior de Colombia. Aunque los colombianos nunca vacilaban en opinar sobre cuestiones de política internacional, el país no había asumido una actitud de beligerancia formal desde la independencia, salvo en los contados casos de conflicto con vecinos inmediatos. Había guardado una cuidadosa neutralidad frente a la guerra de 1914-1918. Dos décadas más tarde, se puso resueltamente del lado de las potencias democráticas -los llamados Aliados- en contra de los gobiernos del Eje.

Eduardo Santos ocupaba la Presidencia cuando estalló la guerra en Europa en septiembre de 1939. Hubo una época en que a Santos lo miraban desde la legación de Estados Unidos con suspicacia, como de tendencia antinorteamericana. Pero el antinorteamericanismo de Santos había tenido que ver con problemas que no eran tan candentes desde la inauguración de la llamada política de Buena Vecindad del presidente Franklin D. Roosvelt. Santos ya era un buen amigo (aunque no incondicional) del Buen Vecino. Por otra parte. Santos, al parecer desde siempre, había sentido una profunda empatía por Francia, un país donde él mismo había estudiado y vivido. En el plano ideológico, además, él era un liberal doctrinario que aborrecía el nazi-fascismo en todas sus expresiones.  

La colaboración de Colombia con Estados Unidos, Francia y demás Aliados en el conflicto mundial no podía ser una decisión unilateral del presidente: Colombia a fin de cuentas también era una democracia. Pero la actitud de Santos era compartida por la mayoría de los portavoces de su propio partido liberal y aun por importantes sectores del partido conservador de oposición. Hasta qué punto su política gozaba del apoyo del colombiano raso es más difícil decirlo, ya que en el país todavía no se habían montado encuestas científicas de opinión pública.

Tenía en su contra el antinorteamericanismo latente derivado del rapto de Panamá y del resentimiento que causaba la creciente influencia económica yanqui. La generalidad de los colombianos tampoco compartía la marcada francofilía del presidente; antes bien, los católicos tradicionalistas veían en Francia un foco peligroso de doctrinas disolventes. Sin embargo, las opiniones sobre Francia -o sobre la Gran Bretaña- pesaban menos que la amistad o antipatía hacia Norteamérica, y el antinorteamericanismo no era ni tan generalizado ni tan fervoroso como antes.  

Por otra parte, no existían corrientes realmente importantes de apoyo a las potencias del lado contrario. La Italia de Mussolini despertaba ciertas simpatías como país católico y latino, pero la Alemania de Hitler era líder incuestionable del llamado Eje, y aunque la cultura y la tecnología alemanas inspiraban admiración, la ideología nazi era cosa muy distinta. Con sus ribetes de paganismo, racismo extremado y de más extravagancias, el nacismo recibía la condenación de todos, menos de unos pequeños núcleos de fascistas criollos. Muchos liberales insistían en que Laureano Gómez, jefe máximo por entonces del conservatismo, era admirador de Hitler.

Y efectivamente, aplaudía algunas cosas que hiciera el dictador alemán, pero Gómez tenía serias reservas respecto a la doctrina nazi y no pudo olvidarse de que Alemania también había sido cuna de Lutero. Ya que Gómez tampoco era muy amigo de anglosajones, su verdadera preferencia habría sido una rigurosa neutralidad, o una política de no-alineación, como se dice hoy día. Una política oficial de neutralidad fue la que anunció Santos al comienzo de la guerra. Pero esto no era incompatible a su modo de acercamiento sin precedentes entre Colombia y Estados Unidos, país que en un principio proclamó igualmente la neutralidad formal.

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