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grande, seguro, muy saludable y dotado de buena agua». De 1571 a 1815, Acapulco se convertía una vez al año y durante casi dos meses, en el punto de comercio más activo y dinámico de la Nueva España, superando incluso al puerto de Veracruz.
mariaangelalopeztorr:
gracias
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Acapulco no siempre fue un paraíso para disfrutar del clima cálido y la brisa marina que soplaba sobre la bahía. Para la historia de la Nao de China la bahía del futuro estado de Guerrero (erigido en 1849) se convirtió, junto con Veracruz, en el principal puerto comercial de la Nueva España. Por la tranquilidad de sus aguas, la bahía estaba llamada a ser el espacio idóneo para que fondearan las embarcaciones procedentes de Asia, sin embargo, fue necesario desarrollar importantes obras de ingeniería porque el clima era terrible.
Las altas temperaturas de Acapulco dejaron huella en la historia de la Nao de China. La bahía era conocida como “la puerta del infierno” o “el infierno abreviado”; llegó a decirse que era “sepulcro de los mexicanos y los filipinos”, y el barón de Humboldt, en los primeros años del siglo XIX, lo describió como “lúgubre y romántico”. Algunos viajeros, sin embargo, lo consideraron el “puerto más seguro y hermoso de todos estos mares”. No exageraban, cientos de navíos podían maniobrar dentro de él sin estorbarse.
Por su conformación física, durante mucho tiempo el viento no sopló al interior de la bahía, sin embargo, a finales del siglo XVIII, el guardián del puerto tuvo la atrevida iniciativa de hacer un corte en la montaña que separaba al mar de la ciudad, de esa forma Acapulco pudo recibir el fresco beneficio de la brisa. En poco tiempo la bahía alcanzó fama y notoriedad en México, Asia y el mundo entero.
La llegada de la Nao de China era motivo de manifestaciones públicas. Se hacían rogativas en las iglesias de México cuando se anunciaba que el galeón estaba cerca de la costa. El encargado de informar al virrey del arribo del galeón era un gentilhombre llamado “de Pliegos” que venía la Nao y al entregar la información recibía sus albricias y se ordenaba un repique general.
A mediados del siglo XVIII se ordenó que, una vez avistada, la nave fuera vigilada, porque no era extraño que se arrojaran mercancías que no venían registradas. Para evitar el contrabando también se prohibió que salieran a recibirla canoas o cualquier tipo de embarcación.
La feria de Acapulco marcaba el arribo de mercancías y su traslado la ciudad de México o hasta Veracruz donde eran embarcadas nuevamente con destino final a Europa. En su obra, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, el científico y viajero Alejandro de Humboldt escribió:
Luego de que llega a México la noticia de haberse avistado el galeón en las costas, se cubren de gente los caminos de Chilpancingo y Acapulco; los comerciantes se dan prisa para ser los primeros a tratar con los sobrecargos que llegan de Manila. Ordinariamente se reúnen algunas casas poderosas de México para comprar todos los géneros juntos y ha sucedido venderse el cargamento antes que en Veracruz se tuviese noticia del galeón. Esta compra se hace casi sin abrir bultos. Es menester confesar que este comercio entre dos países, tres mil leguas distantes uno de otro, se hace con bastante buena fe, y tal vez aun con más honradez que el comercio entre algunas naciones de la Europa civilizada.
Con la Nao de China, México se convirtió en el vínculo comercial entre Asia y Europa. Parte de las mercancías llegadas al puerto de Acapulco se trasladaban a la ciudad de México y luego a Veracruz donde se embarcaban para España. La Metrópoli hacía lo mismo para enviar sus productos al oriente. Acapulco era el sitio de donde partía la distribución del gran comercio con Asia.
Las altas temperaturas de Acapulco dejaron huella en la historia de la Nao de China. La bahía era conocida como “la puerta del infierno” o “el infierno abreviado”; llegó a decirse que era “sepulcro de los mexicanos y los filipinos”, y el barón de Humboldt, en los primeros años del siglo XIX, lo describió como “lúgubre y romántico”. Algunos viajeros, sin embargo, lo consideraron el “puerto más seguro y hermoso de todos estos mares”. No exageraban, cientos de navíos podían maniobrar dentro de él sin estorbarse.
Por su conformación física, durante mucho tiempo el viento no sopló al interior de la bahía, sin embargo, a finales del siglo XVIII, el guardián del puerto tuvo la atrevida iniciativa de hacer un corte en la montaña que separaba al mar de la ciudad, de esa forma Acapulco pudo recibir el fresco beneficio de la brisa. En poco tiempo la bahía alcanzó fama y notoriedad en México, Asia y el mundo entero.
La llegada de la Nao de China era motivo de manifestaciones públicas. Se hacían rogativas en las iglesias de México cuando se anunciaba que el galeón estaba cerca de la costa. El encargado de informar al virrey del arribo del galeón era un gentilhombre llamado “de Pliegos” que venía la Nao y al entregar la información recibía sus albricias y se ordenaba un repique general.
A mediados del siglo XVIII se ordenó que, una vez avistada, la nave fuera vigilada, porque no era extraño que se arrojaran mercancías que no venían registradas. Para evitar el contrabando también se prohibió que salieran a recibirla canoas o cualquier tipo de embarcación.
La feria de Acapulco marcaba el arribo de mercancías y su traslado la ciudad de México o hasta Veracruz donde eran embarcadas nuevamente con destino final a Europa. En su obra, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, el científico y viajero Alejandro de Humboldt escribió:
Luego de que llega a México la noticia de haberse avistado el galeón en las costas, se cubren de gente los caminos de Chilpancingo y Acapulco; los comerciantes se dan prisa para ser los primeros a tratar con los sobrecargos que llegan de Manila. Ordinariamente se reúnen algunas casas poderosas de México para comprar todos los géneros juntos y ha sucedido venderse el cargamento antes que en Veracruz se tuviese noticia del galeón. Esta compra se hace casi sin abrir bultos. Es menester confesar que este comercio entre dos países, tres mil leguas distantes uno de otro, se hace con bastante buena fe, y tal vez aun con más honradez que el comercio entre algunas naciones de la Europa civilizada.
Con la Nao de China, México se convirtió en el vínculo comercial entre Asia y Europa. Parte de las mercancías llegadas al puerto de Acapulco se trasladaban a la ciudad de México y luego a Veracruz donde se embarcaban para España. La Metrópoli hacía lo mismo para enviar sus productos al oriente. Acapulco era el sitio de donde partía la distribución del gran comercio con Asia.
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