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Respuesta:
el término griego historía era sinónimo de lo que nosotros llamamos
hoy ciencia, pues nombraba todo saber empírico basado en la atestiguación
sensorial. Ese saber podía ocuparse exclusivamente de los seres y sucesos
humanos, y en tal caso era «historia moral»: el historiador griego Polibio la
llamó pragmatiké historía o «historia de las acciones humanas» realizadas por
los pueblos y sus dirigentes políticos18; en 1769, Voltaire la llamó «historia de
las costumbres»; y, a comienzos del siglo xix, John Stuart Mill la incluyó entre
las «ciencias morales»19. Pero el saber histórico también podía ocuparse de los
seres y sucesos no humanos, y en tal caso era «historia natural», una expresión
que, como ya he dicho, utiliza Platón en el Fedón, que retoma Plinio el Viejo
en su Naturalis Historia y que se mantendrá vigente hasta finales del siglo xviii,
en naturalistas como Buffon o Linneo. Porque la distinción ontológica entre
ambos tipos de seres y de sucesos (y, por tanto, la distinción epistemológica
entre ambos tipos de saberes) no era entendida en la Grecia antigua de forma
dicotómica, al menos no como lo será en la época moderna, especialmente a
partir de Descartes.
Por otro lado, el término historía era sinónimo de lo que nosotros llamamos
hoy relato, es decir, toda composición discursiva en forma de narración
retrospectiva, en la que los sucesos se encadenan siguiendo un cierto orden o
hilo argumental. Pero el relato histórico se presentaba en Grecia como un relato
verídico y escrito, garantizado por el testimonio y el nombre de su autor, y,
por tanto, pretendía diferenciarse netamente de los relatos orales tradicionales
(mitos, epopeyas y cuentos populares), y también de las composiciones
literarias deliberadamente ficticias (tragedias, comedias y novelas).
La Historia es considerada por Platón y Aristóteles como
una mera doxa, como un saber relativo y cambiante sobre sucesos igualmente
cambiantes y relativos. Por eso, no cabe otra «filosofía de la historia» que la de
su denegación, ni otra «historia de la filosofía» que la de las doxografías tan
habituales en la Antigüedad greco-latina, como las Vidas de filósofos ilustres, de
Diógenes Laercio. Entre la Historia y la Filosofía no se acepta otra relación que
la de su mutua exclusión o su estricta jerarquización, y el filósofo reclama para
sí el lugar más preeminente.
Explicación:
18 Polibio, Historias, IX 1, 2, ed. de Balasch, M., rev. de Guzmán, J. M., intr. de Díaz
Tejera, A., 3 vols., Madrid, Gredos, 1983-1990-1997. 19 Stuart Mill, J., La lógica de las ciencias morales, trad. de Álvarez, J. F. y Kiczkowski,
A., Madrid, CSIC, 2010.