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Hace 184 años, un 13 de mayo de 1830, fuerzas y poderes regionales económicos y sociopolíticos daban fin al vínculo con la Gran Colombia. Las regiones históricas del país, acordaron crear la República del Ecuador. En esa fecha, el país se afirmó como una entidad jurídico-política e institucional, autónoma e independiente. El artículo primero del acta de ruptura señaló que: “En ejercicio de su soberanía se pronuncia por constituir un Estado Libre Independiente, con los pueblos comprendidos en el Distrito del Sur y los más que quieran incorporarse”. Esa misma instancia supra e interregional que creaba la República, encargó el mando supremo civil y militar a Juan José Flores.
Luego de este pronunciamiento, se expidió el Reglamento Electoral. Posteriormente se convocó a la primera Asamblea Constituyente, que se reunió en Riobamba. Esta carta fundamental de la Primera Constitución señaló, en su artículo primero, que: “Los Departamentos del Azuay, Guayas y Quito quedan reunidos entre sí, formando un solo cuerpo independiente con el nombre de Estado del Ecuador”. También el artículo sexto, de esa Carta Magna, reconocía el origen regional y la integración de ellas en la Constitución de la República del Ecuador. Ese artículo, claramente expresaba que: “el territorio del Estado comprende los tres departamentos del Ecuador en los límites del antiguo Reino de Quito”.
Es decir, de recordar que la representación de los diputados de esos tres departamentos (léase que esto significaba las regiones del Litoral, cuyo eje era Guayaquil; de la Sierra centro-norte, cuyo eje era Quito; y de la Sierra centro-sur, cuyo eje era Cuenca, con una representación política igualitaria).
Comprendió 7 diputados, por cada una de estas regiones económicas sociopolíticas de ese Ecuador real e histórico que nacía como República Independiente.
Este es un aspecto que no se debe perder de vista para comprender el Estado ecuatoriano, hoy llamado República del Ecuador.
Surgió como resultado de ese acuerdo político regional. Esta es una herencia histórica que no se puede negar, y que ha estado gravitando (y aún lo sigue haciendo) en los diferentes hechos, procesos y acontecimientos económicos y sociopolíticos del Ecuador.