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Dónde viven los monstruos (cuento)
La noche que Max se puso su traje de lobo y se dedicó a hacer travesuras de una clase y de otra su madre lo llamó “¡MONSTRUO!”, y Max le contestó “¡TE VOY A COMER!”, y lo mandaron a la cama sin cenar.
Esa misma noche nació un bosque en la habitación de Max y creció y creció hasta que había lianas colgando del techo y las paredes se convirtieron en el mundo entero y apareció un océano con un barco particular para él y Max se marchó navegando a través del día y de la noche entrando y saliendo por las semanas saltándose casi un año hasta llegar a donde viven los monstruos.
Donde viven los monstruos, 1963. Maurice Sendack.
2. El artista del hambre (cuento)
El empresario había fijado cuarenta días como el plazo máximo de ayuno, más allá del cual no le permitía ayunar ni siquiera en las capitales de primer orden. Y no dejaba de tener sus buenas razones para ello. Según le había señalado su experiencia, durante cuarenta días, valiéndose de toda suerte de anuncios que fueran concentrando el interés, podía quizá aguijonearse progresivamente la curiosidad de un pueblo; pero pasado este plazo, el público se negaba a visitarle, disminuía el crédito de que gozaba el artista del hambre. Claro que en este punto podían observarse pequeñas diferencias según las ciudades y las naciones; pero, por regla general, los cuarenta días eran el período de ayuno más dilatado posible. Por esta razón, a los cuarenta días era abierta la puerta de la jaula, ornada con una guirnalda de flores; un público entusiasmado llenaba el anfiteatro; sonaban los acordes de una banda militar; dos médicos entraban en la jaula para medir al ayunador, según normas científicas; y el resultado de la medición se anunciaba a la sala por medio de un altavoz; Por último, dos señoritas, felices de haber sido elegidas para desempeñar aquel papel mediante sorteo, llegaban a la jaula y pretendían sacar de ella al ayunador y hacerle bajar un par de peldaños para conducirle ante una mesilla en la que estaba servida una comidita de enfermo cuidadosamente escogida. Y en este momento, el ayunador siempre se resistía
El artista del hambre, 1924. Franz Kafka.
3. La señorita Cora (cuento)
La enfermera de la tarde se llama la señorita Cora, se lo pregunté a la enfermera chiquita cuando me trajo el almuerzo; me dieron muy poco de comer y de nuevo pastillas verdes y unas gotas con gusto a menta; me parece que esas gotas hacen dormir porque se me caían las revistas de la mano y de golpe estaba soñando con el colegio y que íbamos a un picnic con las chicas del normal como el año pasado y bailábamos a la orilla de la pileta, era muy divertido. Me desperté a eso de las cuatro y media y empecé a pensar en la operación, no que tenga miedo, el doctor De Luisi dijo que no es nada, pero debe ser raro la anestesia y que te corten cuando estás dormido, el Cacho decía que lo peor es despertarse, que duele mucho y por ahí vomitás y tenés fiebre.
“La señorita Cora”, Todos los fuegos el fuego, 1966. Julio Cortázar
Explicación:
espero te ayude y no olvides en poner como mejor respuesta bonito dia :)