que similtud o duferencia hay entre la danza de las pilanderas con las de la depresión momposina
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La editorial barranquillera La Iguana Ciega acaba de lanzar el libro “El Transformismo en el Caribe colombiano. Danzas, disfraces y expresiones religiosas”, en el que participé como investigador y escribiendo algunos textos, del que copiamos este artículo.
Las pilanderas están clasificadas como una danza de labor debido a que su puesta en escena describe la realización de actividades para procesar el maíz y transformarlo en harina para hacer bollo. El investigador Emirto De Lima (1942) la caracteriza como alegre, evocando bellas escenas campestres, llenas de suave gracia, luciendo vistosos trajes, y que transportan un receptáculo de madera, piedad o metal. Ha sido tradicional que la danza lleve utensilios propios de la labor que simbolizan, como el catabre, el balay, un pilón y sus manos, totumas.
La danza, que se caracteriza porque cada uno de sus miembros tiene asignada una actividad laboral en tiempos de carnaval, tiene como escenario las calles de poblaciones o ciudades. Lo tradicional a esta expresión cultural ha sido que salgan a las vías públicas después de las doce la noche del sábado o del domingo de carnaval. Sucedía en Barranquilla, la comparsa, como la denomina De Lima, salía el sábado en la noche y se mantenía hasta las seis de la mañana visitando las casas de los conocidos. Tocaban la puerta, ubicaban el pilón, ofrecían la danza y comenzaban a bailar y a cantar coplas.
Igual sucedía en Valledupar donde los participantes, en lo que Maestre (2005) señala como comparsa, salían en el tiempo en que las hacedoras de bollo fabrican su producto, la madrugada, a las calles del otrora pueblo a danzar llevando un pilón de madera.
Aun en Nerviti, ubicado a orillas del río Magdalena, bajo la jurisdicción del municipio de El Guamo, Bolívar, Las Pilanderas visitan las viviendas de esa localidad a partir de las doce de la noche del domingo de carnaval, llevando un pilón y un balay al que le introducen trozos de vidrios para hacerlos sonar. Hasta las cinco de la mañana están en las calles bailando y cantando. Unos de los versos de El Pilón, en Guamal, Magdalena, hacen mención de la madrugada y las implicaciones de la visita de la danza, en horas de la madrugada, a las viviendas:
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