• Asignatura: Historia
  • Autor: naki80
  • hace 5 meses

características principales del barranco americano​

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Respuesta dada por: dfmoralesr1013
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El relato empieza cuando los becerros de la señora Grimalda se tropiezan con la tropa de caballos y mulas de don Garayar en el barranco de K’ello-k’ello. El ganado se desbanda y se repliega peligrosamente en el borde del abismo, y entonces una mula nasqueña clava sus cascos en la frente de un becerrito, llamado Pringo, el cual cae al barranco, rodando por los peñascos hasta el fondo del abismo, donde termina por morir, boqueando sangre.

Los maktillos o muchachos que cuidaban los becerros se conmueven, temiendo el castigo de la patrona, pues el Pringo era el becerro más querido, por ser el más fino y el más grande de todos; su madre la Ene, era una vaca que producía un balde de leche al día y había dado muchas crías magníficas. Los muchachos regresan a la casa con el resto de los becerros, llorando; al verlos doña Grimalda se alarma y se entera de la desgracia; entonces envía a los concertados (sirvientes) al barranco para recoger el cuerpo del Pringo y traerlo a la casa.

Doña Grimalda llora un rato al ver muerto a su becerro preferido, pero los maktillos y la vaquera lloran todo el día. El mayordomo don Fermín abre el cuerpo del becerro con un cuchillo y le saca el cuero. Las vacas lecheras tenían la costumbre de ir muy de mañana al corral en busca de sus becerros; ya dentro del corral la vaquera aprovechaba para ordeñarlas. Por eso el mayordomo aconseja a la patrona tender en el corral el cuero del Pringo estirándolo con estacas, para que la vaca Ene continuara el ritual de siempre.

En efecto, así ocurre: la vaca, demostrando mucha ternura, se acerca al cuero de su becerrito y lo lame largo rato, mientras la vaquera aprovecha para ordeñarla. Así fue durante varias mañanas hasta que el mayordomo se cansa de extender el cuero con estacas y lo tira simplemente en un montículo de piedras, pero igual, la vaca se acercaba y lamía largo rato el cuero, mientras era ordeñada por la vaquera; luego se echaba al suelo, con los ojos medio cerrados, en medio del sol candente.

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