1- Como nos enteramos de lo que ocurre en la historia?
2-Que motiva el viaje de la niña y casilda ala recoleta?
3- Como se sentían las protagonistas ala hora de entrar al departamento?
4-Que impresión tiene la niña sobre Cornelia? y sobre su casa?
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Explicación:
dos mangas —dijo Casilda, tomando el vestido y poniéndoselo de nuevo. Durante algunos
segundos Casilda trató inútilmente de bajar la falda, para que resbalara sobre las caderas de
la señora. Yo la ayudaba lo mejor que podía. Finalmente consiguió ponerle el vestido. Durante
unos instantes la señora descansó extenuada, sobre el sillón; luego se puso de pie para mirarse
en el espejo. ¡El vestido era precioso y complicado! Un dragón
brillaba sobre el lado izquierdo de la bata.* Casilda se arrodilló, mirándola en el espejo, y le
redondeó el ruedo de la falda. Luego se puso de pie y comenzó a colocar alfileres en los
dobleces de la bata, en el cuello, en las mangas. Yo tocaba el terciopelo: era áspero cuando
pasaba la mano para un lado y suave cuando la pasaba para el otro. El contacto de la felpa
hacía rechinar mis dientes. Los alfileres caían sobre el piso de madera y yo los recogía
precioso en todo Buenos Aires —dijo Casilda, dejando caer un alfiler que tenía entre sus
dientes—. ¿No le agrada,señora? —Muchísimo. El terciopelo es el género* que más me gusta.
Los géneros son como las flores: uno tiene sus preferencias. Yo comparo el terciopelo a los
nardos. —¿Le gusta el nardo? Es tan triste
y sin embargo me hace daño. Cuando aspiro su olor me descompongo. El terciopelo hace
rechinar mis dientes, me eriza,* como me erizaban los guantes de hilo en la infancia y, sin
embargo, para mí no hay en el mundo otro género comparable. Sentir su suavidad en mi mano
me atrae aunque a veces me repugne. ¡Qué mujer está mejor vestida que aquella que se viste
de terciopelo negro! Ni un cuello de puntilla le hace falta,
de más. El terciopelo se basta a sí mismo. Es suntuoso* y es sobrio. Cuando terminó de hablar,
la señora respiraba con dificultad. El dragón también. Casilda tomó un diario que estaba sobre
una mesa y la abanicó, pero la señora la detuvo, pidiéndole que no le echara aire, porque el
aire le hacía mal. ¡Qué risa! En la calle oí gritos de los vendedores ambulantes. ¿Qué vendían?
¿Frutas, helados, tal vez?
calle. No corrí a la ventana, para curiosear, como otras veces. No me cansaba de contemplar
las pruebas de este vestido con un dragón de lentejuelas. La señora volvió a ponerse de pie y
se detuvo de nuevo frente al espejo tambaleando. El dragón de lentejuelas también tambaleó.
El vestido ya no tenía casi ningún defecto, solo un imperceptible frunce debajo de los dos
brazos.
de género sobrenatural, que sobraban. —Cuando seas grande —me dijo la señora— te gustará
llevar un vestido de terciopelo, ¿no es cierto? —Sí —respondí, y sentí que el terciopelo de ese
vestido me estrangulaba el cuello con manos enguantadas. ¡Qué risa! —Ahora me quitaré
vestido —dijo la señora
inútilmente durante algunos segundos, hasta que volvió a acomodarle el vestido. —Tendré
que dormir con él —dijo la señora, frente al espejo, mirando su rostro pálido y el dragón que
temblaba sobre los latidos de su corazón—. Es maravilloso el terciopelo, pero pesa
mano a la frente—. Es una cárcel. ¿Cómo salir? Deberían hacerse vestidos de telas
inmateriales como el aire, la luz o el agua. —Yo le aconsejé la seda natural —protestó Casilda.
La señora cayó al suelo y el dragón se retorció. Casilda se inclinó sobre su cuerpo hasta que el
dragón quedó inmóvil. Acaricié de nuevo el terciopelo que parecía un animal. Casilda dijo
melancólicamente: —Ha muerto. ¡Me costó tanto hacer este vestido! ¡Me costó tanto, tanto! ¡que risa!
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en cualquier momento. Hoy día, con los aviones, uno se va cuando quiere. El vestido tendrá
que estar listo. Pensar que allí hay nieve. Todo es blanco, limpio y brillante. —Se va a París,
¿no? —Iré también a Italia. —¿Vuelve a probarse el vestido, señora? En seguida terminamos.
La señora asintió dando un suspiro