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Debido a la dificultad para entender la ideología liberal colombiana del siglo XIX como un pensamiento monolítico por su diversidad de posturas y autores, se ha orientado el presente estudio a la revisión del discurso de Florentino González (1981a), en la medida de que fue uno de los más acérrimos defensores de dicha ideología, si se quiere, uno de los think tanks del liberalismo colombiano.1 Esto no desconoce las defensas del liberalismo, no siempre ortodoxas, de José Ezequiel Rojas, José María Samper, Manuel Murillo Toro y otros difusores y mandatarios del Olimpo Radical.
Florentino González fue un pensador clave del liberalismo colombiano del siglo XIX. Más allá de que su influencia directa sobre la formación y permanencia del Partido Liberal, tuvo variada intensidad en el transcurso del mencionado siglo. Su presencia en el escenario público colombiano como defensor y crítico del mismo partido, y como periodista de medios centrales le otorgó un papel clave en la formación discursiva de la ideología liberal.
Su participación en la vida política comenzó a ser relevante en 1827, cuando ocupó el cargo de secretario de la Comisión de Crédito Público en el Congreso. Su nombre se hizo visible luego de ser condenado a muerte por conspirar contra Simón Bolívar, pena que fue conmutada por prisión. Su retorno a la vida política se dió en 1834, cuando comenzó a ser designado en diversos ministerios, llegando en 1836 a ser gobernador de la provincia de Bogotá.
Desde 1837 ocupó varios cargos como diputado y representante, y ejerció la oposición política y la difusión de la ideología liberal a partir de sus escritos en diversos periódicos. Una vez ascendido al poder el presidente Tomás Cipriano de Mosquera, fue nombrado secretario de Hacienda, cargo al que renunció en 1848 por diferencias con el entonces secretario del Interior, Alejandro Osorio, sobre la relación entre la Iglesia y el Estado. Hasta 1851 ocupó cargos diplomáticos menores, retornando en ese año como precandidato presidencial por el Partido Liberal.
Luego de su participación como senador en la Comisión, que daría luz a la Constitución de 1853, fue nombrado como procurador general de la Nación en 1856, cargo que ocupó hasta 1858, siendo nombrado posteriormente embajador en Perú. Finalmente, en 1859 se autoimpuso el exilio, fundado en las diferencias que tenía con el Partido Liberal, principalmente por sus posiciones librecambistas. Desde su exilio, continuó ejerciendo el periodismo, principalmente como difusor de la ideología liberal y opositor de algunas medidas de los gobiernos del Olimpo Radical, y también publicó las traducciones de El gobierno representativo de John Stuart Mill y Naturaleza y tendencia de las instituciones libres de Federico Grimke. Durante los años comprendidos entre 1827 hasta su muerte fue profesor de diversas universidades y autor de textos sobre Derecho constitucional, Derecho administrativo y liberalismo.