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Honoré Daumier nació en el año 1808 en la ciudad de Marsella, pero siendo niño tuvo que trasladarse a París junto con su familia. Fue el tercer hijo y único varón del vidriero Jean-Baptiste Daumier y de Cécile-Catherine Philip. Su padre era vidriero ambulante y aspirante a poeta. Obtuvo su gloria en la Marsella natal, de donde partió a París para su consagración definitiva. El estilo de los versos del padre de Honoré fue del agrado del director del Museo Real Alexander Lenoir, que le consiguió un puesto de copista en un tribunal. Daumier padre aún pudo publicar sus versos en las imprentas reales de la restauración borbónica. Incluso consiguió poner en escena su obra Felipe II en un pequeño teatro. Al tiempo se quedó sin trabajo y Honoré Daumier tuvo que salir a trabajar desde muy joven. Trabajó como ujier en un tribunal de justicia y como aprendiz en una librería; luego se dedicó a estudiar pintura y dibujo. Cuando iniciaron el Romanticismo y el Realismo, dio inicio a su carrera de artista realizando trabajos en xilografía y abordando la ilustración de anuncios publicitarios en los que se nota el influjo de Charlet.
En 1828 comenzó sus primeras litografías para el diario La Silhouette (La Silueta). En 1830 inició su labor en la revista humorística La Caricature en donde adquirió merecido renombre por sus grabados y dibujos llenos de sátira y crítica social (incluyendo escenas domésticas). En 1832 comenzó a trabajar en Le Charivari, periódico humorístico-político dirigido por Charles Philipon; allí tuvo como compañeros a otros señalados caricaturistas: Raffet, Devéria y Grandville. Gracias a Charles Philipon se decidió a elaborar una gama de bustos en terracota, representando a Las celebridades del Justo Medio, dándoles un aspecto divertido al utilizar las características físicas de los políticos. Particularmente crítico al gobierno de Luis Felipe I de Orleans. Daumier, precisamente por haber realizado una caricatura en la que ese monarca aparecía retratado como Gargantúa (el glotón personaje de Rabelais), sufrió una prisión de seis meses.
En 1835, debido a la instalación de la censura en Francia, Daumier evitó la caricatura política directa y en su lugar se dedicó a ridiculizar las convenciones y costumbres entonces imperantes.
Retornó a la sátira política con la Revolución francesa de 1848. A partir de ese mismo año se apasionó por la pintura, y tuvo entonces un estilo muy influido por Delacroix, Corot, Millet, Rousseau y -en sus últimas obras- por Fragonard (como en El estudio)1 y los impresionistas (por ejemplo en La lavandera). A medida que fue perdiendo vista, tuvo que dejar la litografía y centrarse en la pintura, que abordaba con una técnica directa y apenas retocada.