Respuestas
Se trata de la historia escrita en cuento llamada "El gran pacto", que es una historia de la tradición oral de Pomalca, en una región de Perú. El relato es sobre los trabajadores de una hacienda azucarera que mueren constantemente por accidentes laborales debido a un pacto que tienen los dueños con el diablo. A cambio de estos fallecimientos los propietarios se hacían ricos.
Respuesta:
EL GRAN PACTO
tradición oral de Pomalca
Explicación:
En tiempos de la hacienda los trabajadores de Pomalca se sentían bien porque tenían su ficha de carne y pescado todos los días, así como el bono de alimentos y su pago todas las semanas.
Pero lo malo era que pasaban muchos accidentes en la
fábrica y en el ferrocarril en donde los obreros perdían brazos,
piernas y causaba horribles muertes. Algunos se molían junto a las cañas y se mezclaban con el azúcar.
Todos estos accidentes no eran por casualidad o descuido de los obreros sino por el pacto que los hacendados habían hecho con el diablo para entregar el alma de un trabajador cada vez que el diablo lo pedía a cambio que a ellos les fuera todo muy bien en su empresa. Los días martes y viernes
el patrón se dirigía al cerro Boró y lo veían regresar al día siguiente amarrado su cabeza con una pañoleta, con los ojos rojos y un aspecto muy agotado que se le notaba al caminar. Su chofer, que siempre lo había llevado y observado detenidamente, cierto día se llenó de valor, tomó su trago
de yonque y decidió seguirlo escondiéndose tras una planta de vichayo, lo siguió a una prudente distancia y de repente aparecieron unos feroces perros negros que le impidieron continuar. El chofer empezó a rezar de miedo
y los perros desaparecieron, entonces continuó tras su patrón encontrándolo en medio de un remolino en el suelo junto a una bestia negra en forma de pavo que lo sacudía.
Lleno de un susto por un momento se quedó inmóvil, pero otro trago de yonque lo armó de valor y se abalanzó contra la
bestia en defensa de su patrón. Pero la bestia, mostrando su terrible rostro al chofer, hizo que huyera del lugar hasta donde había dejado el auto.
Muy asustado regresó a la hacienda y temeroso al día siguiente regresó a recoger a su patrón, porque así acostumbraba hacerlo, encontrándolo como de costumbre con un pesado saco que le ayudó a subir al carro, pero esta vez puso mucha atención al contenido de la carga. Discretamente abrió un costado del saco y pudo ver cómo brillaba en el interior el oro que su patrón traía después del encuentro con el diablo. Así Pomalca progresó y fue una de las más grandes haciendas azucareras del Perú.
En tiempos de la hacienda los trabajadores de Pomalca se sentían bien porque tenían su ficha de carne y pescado todos los días, así como el bono de alimentos y su pago todas las semanas.
Pero lo malo era que pasaban muchos accidentes en la
fábrica y en el ferrocarril en donde los obreros perdían brazos,
piernas y causaba horribles muertes. Algunos se molían junto a las cañas y se mezclaban con el azúcar.
Todos estos accidentes no eran por casualidad o descuido de los obreros sino por el pacto que los hacendados habían hecho con el diablo para entregar el alma de un trabajador cada vez que el diablo lo pedía a cambio que a ellos les fuera todo muy bien en su empresa. Los días martes y viernes
el patrón se dirigía al cerro Boró y lo veían regresar al día siguiente amarrado su cabeza con una pañoleta, con los ojos rojos y un aspecto muy agotado que se le notaba al caminar. Su chofer, que siempre lo había llevado y observado detenidamente, cierto día se llenó de valor, tomó su trago
de yonque y decidió seguirlo escondiéndose tras una planta de vichayo, lo siguió a una prudente distancia y de repente aparecieron unos feroces perros negros que le impidieron continuar. El chofer empezó a rezar de miedo
y los perros desaparecieron, entonces continuó tras su patrón encontrándolo en medio de un remolino en el suelo junto a una bestia negra en forma de pavo que lo sacudía.
Lleno de un susto por un momento se quedó inmóvil, pero otro trago de yonque lo armó de valor y se abalanzó contra la
bestia en defensa de su patrón. Pero la bestia, mostrando su terrible rostro al chofer, hizo que huyera del lugar hasta donde había dejado el auto.
Muy asustado regresó a la hacienda y temeroso al día siguiente regresó a recoger a su patrón, porque así acostumbraba hacerlo, encontrándolo como de costumbre con un pesado saco que le ayudó a subir al carro, pero esta vez puso mucha atención al contenido de la carga. Discretamente abrió un costado del saco y pudo ver cómo brillaba en el interior el oro que su patrón traía después del encuentro con el diablo. Así Pomalca progresó y fue una de las más grandes haciendas azucareras del Perú.