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La pandemia de COVID-19 ha impactado en la religión de varias maneras, incluida la cancelación de las celebraciones de diversas religiones, el cierre de las escuelas dominicales, así como la cancelación de peregrinaciones en torno a celebraciones y festivales.1 Muchas iglesias, sinagogas, mezquitas y templos están ofreciendo culto a través de transmisiones en vivo durante de la pandemia.2
Las organizaciones religiosas han colaborado a paliar los efectos de la pandemia realizando donaciones económicas, de material sanitario o de alimentos. Se han enviado suministros de desinfección, respiradores purificadores de aire, protectores faciales, guantes, reactivos de detección de ácido nucleico de coronavirus, ventiladores, monitores de pacientes, bombas de jeringa, bombas de infusión y alimentos a las áreas afectadas, 3 e incluso han ofrecido pruebas gratuitas de COVID-19 al público.4 Surgieron iniciativas para ofrecer escucha psicológica o acompañamiento a personas que se encontraban solas durante la cuarentena. También se pusieron a disposición de las autoridades civiles edificios religiosos para su uso como albergues u hospitales improvisados.
Los partidarios de muchas religiones se han reunido para rezar por el fin de la pandemia de COVID-19, para que Dios ayude a los afectados y dé a los médicos y científicos la sabiduría para combatir la enfermedad;567 En los Estados Unidos, el presidente Donald Trump designó el 15 de marzo de 2020 como un Día Nacional de Oración para que los estadounidenses busquen la ayuda de Dios en medio de la pandemia.89 El 27 de marzo, el papa Francisco presidió un momento extraordinario de oración en el atrio de la Basílica de San Pedro, en el que impartió la bendición Urbi et orbi.10
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