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Alfisoles. Son arcillosos, cuya filtración de agua es baja, húmedos y que no permiten la agricultura. Se les conoce como “suelos grises”.
Andisoles. Situado en zonas templadas o frías, principalmente a lo largo de la cordillera de los Andes. Su textura franco arenosa y su desarrollo en depósitos volcánicos de zonas húmedas y subhúmedas hace que se meteorice rápidamente, formando mezclas de silicato y aluminio.
Aridisoles. Como su propio nombre indica, son áridos de color claro y escasa fertilidad. Situados mayormente en la zona norte del país, cercanos a Puna.
Entisoles. Ubicados en valles fluviales, están débilmente desarrollados y poseen una baja fertilidad, por lo que su uso en agricultura está desaconsejado. Su tonalidad es castaña o marrón.
Gelisoles. Se encuentran en zonas de hielo permanente o permafrost y no pueden ser usados para la agricultura.
Histosoles. Son suelos de zonas pantanosas y lugares con mucha cantidad de agua, de ahí que, aunque posean mucha materia orgánica, sean poco apetecibles para el desarrollo de la agricultura en ellos.
Inceptisoles. Aunque su acumulación de nutrientes no sea la mejor, los convierte en utilizables para el desarrollo de diferentes tipos de cultivos agrícolas. De color pardo, suelen estar cubiertos por bosque y se encuentran en la zona más al norte del país.
Molisoles. Son los más valiosos y fértiles del país, con un color muy oscuro y muy buen drenaje. Se pueden encontrar en la zona oeste del país, en las llanuras chaco-pampeanas.
Oxisoles. El óxido de hierro forma parte de este tipo de suelo, lo que le confiere un color rojizo. Aunque están en zonas subtropicales, su alta porosidad y su escasa fertilidad no favorecen su uso.
Spodosoles. Situados en el sur del país (Tierra de Fuego), son demasiados ácidos para ser aptos para la agricultura.
Ultisoles. Con un color entre rojizo oscuro y pardo, su presencia es mayor que la de los oxisoles en zonas del noreste del país con desarrollo joven. Son poco espesos y difícilmente saturables.
Vertisoles. Son arcillosos pero difíciles de tratar debido a su expansión y contracción al humedecerse y secarse. No se usan en agricultura, incluso a pesar de su alto contenido en nutrientes.
Clase I – Válidos para cualquier tipo de agricultura debido a su versatilidad y buena retención de agua. Generan cantidades altas de materia orgánica.
Clase II – Para cultivos que no soportan un exceso de salinidad o humedad. Normalmente se encuentran en zonas con una ligera pendiente y requieren técnicas agrícolas para su conservación.
Clase III – Al ser suelos poco profundos expuestos al viento y al agua, requieren una mayor cantidad de técnicas de conservación y la limitación de cultivos es aún mayor que en las clases anteriores.
Clase IV – Bajo rendimiento y grandes limitaciones en el uso de la agricultura, pues solo permiten 203 tipos de plantas. Su manejo y conservación es incluso más difícil que en la clase III.
Clase V – Con alto nivel de erosión (leer más sobre la erosión del suelo), no son válidos para la agricultura y su uso queda limitado a pastoreo y zonas de forestación.
Clase VI – Aunque admiten el cultivo de algunas frutas y hortalizas, su pedregosidad y facilidad para inundarse los convierte en no utilizables para la agricultura. Además requiere de ciertas mejoras para ser usado para pastoreo.
Clase VII – Con graves limitaciones, su uso está desaconsejado incluso para el pastoreo y queda limitado a la recreación o conservación de la flora silvestre.
Clase VIII – No válidos para un uso agrario, estos tipos de suelo desérticos se utilizan sólo para la conservación del medio ambiente.
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